Soy Carlos Jeldres Venzano. Ingeniero, Chileno, Chillanejo y fanático de Ñublense. El 11 de junio del 2016 dejé mi trabajo y comencé a perseguir mi sueño: dar la vuelta al mundo en bicicleta. 5 continentes, 5 años y más de 100 países. Bienvenidos al viaje de mi vida

Altiplano

Carlos Jeldres Venzano - julio 26, 2016


Resumen:
16 de julio de 2016 a 26 de julio de 2016 (10 días de pedaleo, 777 kms)
Inicio Iquique. Huara (77 kms) – Huara/Colchane (63 kms) – Huara/Colchane (56 kms)(1) – Colchane (43 kms) – Refugio Conaf Chuyuncallani (93 kms) – Ancuta (60 kms) – Parinacota (57 kms)(2) – Charaña (95 kms) – Berenguela (61 kms) – Caquiaviri (77 kms) – La Paz (95 kms)
(1) Máxima altura alcanzada: 4.695 m.s.n.m.
(2) Máxima velocidad alcanzada: 76.7 kms/hr

No sé en qué momento pasó, pero la planificación inicial del viaje, kilómetros diarios, ciudades y rutas, la dejé un poco de lado. Dependiendo del ánimo con el que me levante veo cuánto pedaleo, si descanso o no, y lo más importante, por dónde pedaleo. Lo único que tengo claro son los puntos a los que tengo que llegar (Santiago, La Paz, Cusco, Lima…hasta Canadá como primera gran parada) dejando el camino intermedio variable. Sin embargo, no lo dejo al azar ya que tomo como principal referencia lo que me indica la gente de la zona, quienes conocen mucho mejor que Google los atractivos y caminos a tomar; me he dado cuenta que se disfruta mucho más el viaje con esa pequeña incertidumbre. Gracias a esto último elegí una de las rutas más hermosas que creo veré en mi viaje, la cual no tenía incorporada (al menos completamente) en el esquema inicial: el Altiplano.
Una vez que llegué a Iquique y pude dejar nuevamente en óptimas condiciones a Libertad luego del pequeño accidente que sufrí (mis agradecimientos a Enzo Redolfi, de Cycles Redolfi), me desperté al día siguiente con una meta que me obsesionaba hace un tiempo, alcanzar el último punto hacia el norte de Chile, donde nace mi país, el Hito Tripartito, para después tomar rumbo a la Paz. La vía elegida para llegar a este lugar era Colchane, que tenía conexión directa a través de Iquique. Tenía ganas de desafiarme físicamente para alcanzar alturas sobre los 4.000 metros sobre el nivel de mar (m.s.n.m.).

Así es que partí temprano ese día y enfilé rumbo a Huara, primera parada en 1.100 m.s.n.m., ruta tranquila y donde conocí a alguien que me regaló guantes térmicos nuevos luego de haberlos perdido estúpidamente en Antofagasta. Luego descubriría que haber subido sin guantes hubiera sido un suicidio.

Con Efraín Amaro
Ya al segundo día, la cosa se puso más dura. A pesar de una dura jornada de pedaleo (7 horas de pedaleo real), avancé apenas 60 kms. Acá me di cuenta que había que kilometrar no solo horizontalmente, sino verticalmente también, todo lo anterior mientras se desafía a la puna. Mismo ritmo al tercer día, donde alcancé los 4.350 m.s.n.m, acampando a los 4.100. Esa fue una de las noches más duras que he pasado en mi vida. Aun no averiguo cuanto hizo esa noche en particular, pero se me congeló la fruta, la leche, el agua, ¡todo! No sentía los dedos de los pies ni manos al día siguiente, por lo que sin poder conciliar al sueño a las 4:30 de la mañana, levanté mis cosas para intentar pedalear y calentar el cuerpo. Aprendí de la peor forma lo duro que es el frío del altiplano.
Con pocos kilómetros faltando para llegar a Colchane, alcanzo la ciudad eso del mediodía. Mientras estoy sentado (probablemente se me notaba en la cara el shock postraumático luego de la noche anterior) aparece un señor que amablemente se presenta: don Efraín. Creo que injustamente he comentado mucho acerca de las rutas y las ciudades que he visitado, pero poco sobre la gran cantidad de gente que me ha ayudado. Efraín me dio tips sobre el camino que debía seguir y sobre la cultura altiplánica, lugares donde debía quedarme, me facilitó el Internet satelital para poder comunicarme con el mundo, me invitó a tomar once a su casa, donde probé una increíble sopa de Quínoa tan típica de esta zona pero que sin él hubiera pasado la vida sin conocerla, y lo mejor de todo, me consiguió la casa del cura de la ciudad que no se encontraba, para poder pasar la noche. Todas estas personas, finalmente le dan un sentido mayor a este viaje, por lo que estaré eternamente agradecido por su ayuda y compañía.

Los primeros pedaleros que pillo! 4 Franceses.


Energías repuestas para la meta del día siguiente, alcanzar el refugio de CONAF ubicado a 95 kilómetros de Colchane. Con el trauma de acampar a la intemperie nuevamente, me focalicé en llegar como fuera a ese lugar.  Duro considerando que sería un camino íntegramente de tierra.
Ese día sin embargo pude apreciar uno de los paisajes más lindos del altiplano, el volcán y el pueblo de Isluga, la cantidad de caseríos aymaras, abandonados muchos y un paisaje que por momentos quedaba pegado viéndolos; sentía a ratos que estaba en un cuento. En eso estaba cuando Galileo (mi GPS y responsable en gran parte de que siga vivo) me indica que estaba a metros de ¡Bolivia! Vi una de las fronteras más surreales, una ordinaria malla (que después me contaron que son para el ganado, ni siquiera para las personas), con un cartel que decía Bolivia. No había nada en lado nacional. Acá descubrí que las fronteras se hacen más difusas entre países en estos lugares, unidos por una cultura común, donde no existen aduanas ni controles. Curiosamente en los solo 3 kilómetros que 
Por ahí entré...
estuve en lado Boliviano, divisé a los primeros cicloturistas en lo que llevo de viaje: 4 franceses que venían de Lima hasta Chile. Fotos de rigor e intercambio de contactos, para seguir la ruta alcanzar el bendito refugio. Se hacía tarde y los cambios de temperatura son extremadamente bruscos. Ya con la noche sobre mi cabeza y las manos doliendo por el frío, alcancé a eso de las 20:30 el lugar. 12 horas de pedaleo (7:36 de pedaleo real, jornada más larga hasta ahora), para encontrar el refugio…cerrado. Luego de gritar de impotencia (y del dolor de manos) pasé a un plan B, abrirlo como fuera como un delincuente. Nada me importaba con tal de un poco de calor. En eso estaba cuando encontré una ventanita de 1m x 1m de un baño abierta. Gracias a todos los kilos que he perdido de peso, entré JUSTO. Dejé una nota explicativa en la puerta pidiendo disculpas, y dormí como un bebé…que amaneció resfriado. A los kilómetros de lugar al día siguiente encontré una minera, donde aproveché de pedir agua caliente y salí con desayuno gratis y regaloneado por los trabajadores. Me estoy malacostumbrando a estos gestos al parecer, pero se agradecen con el alma.

Mi primera noche en una casa aymara
De todas formas, por el malestar que tenía, no andaba con ganas de pedalear muchas horas, cuando en mitad de ruta divisé otro caserío aymara. Nada perdía con intentar pedir alojamiento. La única persona que estaba en la localidad (de 4 habitantes en total) me ofreció por un monto simbólico, quedarme en una casa aymara. Me embargó la emoción, desde chico que tenía conocimiento de esos asentamientos de barro y paja, pero nunca había estado en uno. Fue la noche más calentita que he pasado en el altiplano, es increíble lo térmicas que son.

Ya descansado, partí a camino a Chungará, donde alcancé una nueva altura máxima: 4.695 m.s.n.m. La puna me afectó mayormente el primer o segundo día, donde fue necesario aprender a controlar los ritmos y la respiración, pero con el tiempo me fui aclimatando.
Siguiendo la ruta en Parinacota y con la meta de alcanzar Visviri, el primer poblado al norte de Chile, logré llegar a eso de las 15:00 de un sábado. Reconozco que algo de decepción tuve, parecía más un pueblo fantasma que un poblado; no había ni un alma. Por esto, no me quedó más remedio que pasarme al lado boliviano, y pasar la noche en Chañara. No digamos que era la ciudad más alegre del mundo, pero por lo menos había vida. Fue mi primera, de muchas que se vienen, noche afuera de Chile en este viaje. Quedaban horas para llegar al tripartito el domingo y conocer el famoso hito, además de la feria entre Chile, Bolivia y Perú que se realiza todos los domingos.

Ya en el hito, en los últimos instantes en mi país, me despido de mi Chile con menos pena de la que pensaba (al fin y al cabo, uno extraña las personas más que a los países, y las despedidas fueron hace varias semanas ya) para ir a la famosa feria. Me abastecí en Bolivia y almorcé en Perú. Acá mi bolsillo descubrió que tendría un importante alivio en mi estadía en esta parte del planeta.
Por solamente 76 bolivianos (7.600 pesos chilenos, 11 dólares aprox), conseguí:
i) Una noche de alojamiento en una pieza no compartida con vista a la plaza, ii) almuerzo completo con pescado, ensalada, arroz, chuño, etc, iii) una segunda porción para llevar de almuerzo para el día siguiente, iv) 12 naranjas, v) 25 (¡veinticinco!) plátanos…definitivamente hambre no pasaré por estos lares.
Libertad en el punto exacto donde nace Chile

Con Frigildo y Tomás en Berenguela
Finalmente, tomo rumbo a La Paz a rematar la etapa. El altiplano en lado boliviano poco tiene de plano, por lo menos los primeros kilómetros cercanos al lado chileno. Además del deficitario estado de la ruta, la cantidad de cerros superaba ampliamente al chileno según mi apreciación. Por este motivo, a duras penas alcancé los 60 kms diarios. Así y todo, en mi primer día de pedaleo íntegro en Bolivia, con las pilas ya agotadas, llegué a un pueblo que se llama Berenguela, se hacía de noche y era momento de buscar refugio. Se ve que hay una fiesta y una banda tocando. A los segundos de haber llegado, una persona se acerca y grita, algo para mí ya pan de cada día: “¡Turista!”. Me ofrece celebrar con ellos, además de carne, cerveza y alojamiento. Me deshago en agradecimientos, comparto con ellos, pero accedo solamente al alojamiento, me está costando aceptar tanta ayuda de gente de buen corazón. Consigo así una nueva noche sin congelarme por acá.

Por fin. La Paz.
De todas formas, llevando ya 10 días sin apenas tener comunicación con los míos, y en pueblos sin ningún tipo de conectividad, se me estaba haciendo necesario llegar a La Paz lo antes posible. Por este motivo, reduje la planificación de 4 días a La Paz, por solo 3, llegando luego de un remate de 95 kilómetros, de los cuales solo la última parte estaba pavimentada. Y ahí apareció La Paz, con una hermosa vista desde arriba, una de las ciudades con más diferencia de altura que me permitió tener una vista única. Fue hermoso bajar y alcanzar mi segunda capital, por fin un poco de descanso y contacto con la civilización. Así, en 3 o 4 días, luego de recuperar las piernas, partiré junto a Libertad a buscar un nuevo objetivo: atravesar el Perú en bicicleta.
















Chungará. Donde logré la máxima altura.

Berenguela






La Paz de fondo y yo quemado por tanto sol

Cuando se llevan ya 4.500 metros sobre el mar y aparece ese odiado símbolo :(













Frontera Boliviana. Sin aduanas ni controles








 




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