Soy Carlos Jeldres Venzano. Ingeniero, Chileno, Chillanejo y fanático de Ñublense. El 11 de junio del 2016 dejé mi trabajo y comencé a perseguir mi sueño: dar la vuelta al mundo en bicicleta. 5 continentes, 5 años y más de 100 países. Bienvenidos al viaje de mi vida

Suiza y Liechtenstein

Carlos Jeldres Venzano - marzo 30, 2018

Liechtenstein
El próximo destino luego de Austria me lo había planteado hace bastante tiempo, no sería ni volver a Alemania ni entrar a Suiza. Sino uno de los países más particulares y pequeños del mundo, uno de los microestados de Europa, el principado de Liechtenstein. Contacté a Giannina, una argentina que vivía en la digamos “capital”, Vaduz, le conté de mi proyecto y aceptó recibirme. Las comillas porque no da para armar ciudades en este minúsculo país. No tiene más un cuarto de los habitantes que mi natal Chillán y ni la mitad de su tamaño!

Es un país tan pequeño, que está rodeado de fronteras. Acá, mi pierna izquierda en Liechtenstein, la derecha en Austria y Suiza al frente.

Entrando a través de la frontera con Austria y Suiza, me quedo recorriendo un poco el país, que uno se puede demorar menos de 2 horas en cruzarlo en bicicleta.

Tiene algo de esos lugares de cuentos, un castillo arriba de la ciudad donde viven los príncipes enclavado en un valle donde el sol se pone como en una postal, haciendo sombra lentamente en cada una de las edificaciones del pequeño valle y casas que parecen de muñecas. Pero también tiene mucho dinero. Mucho.
Liechtenstein es uno de los países más ricos del mundo (según varias fuentes, EL país más rico per capita), a la par de Catar o la misma Suiza. Nunca en mi vida había visto tantos Audis o autos de colección en las calles, representaban algo así como el 60% de los autos del país, superior incluso en comparación a la ya rica Alemania por ejemplo.
País tan hermanado con Suiza, que al final, es una 'Mini Suiza'. Con la misma moneda, idioma, tratados libres aduaneros, incluso patentes de autos, gente comprando haciendo las compras en los supermercados de ese país o los equipos de fútbol de país jugando en la liga suiza. Parece un apéndice del país helvético.


En el día que estuve, además de recorrerlo de sur a norte, me dediqué a interrogar a mi muy hospitalaria anfitriona Giannina, mientras cocinaba una exquisita pasta de cena. Estaba trabajando acá debido a la distancia sideral con los sueldos en Sudamérica. Persona perfecta para preguntarle sobre cómo era la vida en este lugar.
-Parece todo muy ordenado en Liechtenstein, no? – Recordando lo que fue el pedaleo en el país, donde jamás sentí un bocinazo, no hay nada de ruido, nunca vi un papel tirado en la calle o alguien cruzando a mitad de calle por ejemplo.
- Quizás demasiado ordenado…Llega a ser muy aburrido! – Me dice como susurrándome un secreto que se siente mal de reconocer.
-Jaja, ¿tan así?
-Sí! No puedes llegar a casa con una anécdota, con algo que te pasó camino a casa, con una conversación con alguien en la calle o entablar una amistad más allá de un “hola y chao” con un vecino.
- Lo suponía, poca chispa latina se ve por esta zona – Le comentaba a mi nueva amiga argentina, a pesar de que considero que los países del sur de Sudamérica son de los menos latinos.

-Absolutamente, acá da para trabajar solamente, no viviría jamás. Mira esto. – Y me muestra un video de un partido de fútbol que asistió del equipo más popular del país, y donde el público parecía que le dieron un tranquilizante muscular antes de entrar, como viendo un partido de tenis.
-Al lado de un Boca-River parece un funeral esto.

Con Giannina


Atardecer en Liechtenstein. Aunque el país es tan chico, que las montañas que se ven, pertenecen ya a Suiza.

Bienvenida a Suiza desde Liechtenstein

El próximo destino era Suiza, el cual quedaba solo cruzando un puente. Era casi como cruzar la calle y estaba en otro país.
Allá me iba a recibir Yasmín, en Uekiton Am See, a las afueras de Zúrich, en el lado donde se habla alemán, una de las cuatro lenguas oficiales que tiene el país.
A ella la conocí mientras pedaleaba por Guatemala casi un año atrás. Días antes mientras me encontraba en Alemania, me escribe y me ofrece pasar unos días en la casa de sus padres. Quedaba solo a 90 kilómetros desde Liechtenstein, distancia perfecta para hacer en un día y no llegar demasiado cansado para compartir con su familia.

Los Alpes Suizos

Bordeando los Alpes Suizos, pedaleando por el lado de lagos y túneles especialmente diseñados para ciclistas (sí, túneles para no tener que lidiar con los autos), llegué por fin a su casa. Ella y su familia me recibieron de manera increíble en su espacioso hogar, con comida local hecha por su madre, vino francés y una grata conversación.
Su padre era Ingeniero y además de las típicas ñoñerías que se conversan entre ingenieros, me puse a hablar de política y la vida en el país.
Tiempo atrás recuerdo apareció una de esas noticias virales donde mediante un plebiscito, rechazaban como país aumentar el sueldo mínimo a 2.000 Francos Suizos, algo así como un millón de pesos o cuatro veces el sueño mínimo de Chile.
-Es una de esas “fake news” que se hacen virales, no? – Le pregunté al padre.
-Es absolutamente cierto lo que pasó. Acá existe una cultura política y educación principalmente, tan grandes que no hay cabida para este tipo de ofertas populistas. ¡Imagínate la inflación o como aumentaría el desempleo si se aprobaba eso!
Me puse a pensar en nuestra querida Latinoamérica, nuestro “queridos” caudillos políticos y los años luz que estamos como sociedad de alcanzar esto.
Yasmín y su familia
Al día siguiente decidimos con Yasmín pedalear hacia Lucerna, ciudad donde había estudiado, pasando por Zúrich.
Mientras pedaleábamos uno al lado del otro, sentí por primera vez bocinazos en el país.
-¿Nos están tocando a nosotros? – Le preguntaba
-Sí, por ley no podemos ir uno al lado del otro, a pesar que…
-¿A pesar que estemos a metros de distancia de los autos y no molestemos a nadie?
-Así es. Acá se toman las reglas muy a pecho. Quizás demasiado. Ah, y tampoco se te ocurra subirte a la vereda. Si te ve un oficial, te multa.

Llegando a la primera parada, a menos de una hora de su hogar, estaba la hermosa ciudad de Zúrich, con un canal atravesando la ciudad. Mientras hacía por primera vez vida de ciudad, me llega como un palo en la cabeza ver los precios del país. Era estúpidamente caro todo. Yasmín me decía que estaba tan contenta de que la visitara, ya que sus amigos o conocidos siempre se saltaban el país, precisamente por sus precios.
La idea de ir a visitar el museo de la FIFA o ir a comer a algún restaurant, se desvanece. Si no íbamos rápido a Lucerna, iba a quedar en la ruina si seguía en la ciudad.


Zurich, Suiza. Hermosa ciudad, pero una de las más caras del mundo


Al llegar a la universitaria ciudad de Lucerna, Yasmín me invita a una fiesta del cumpleaños de un amigo. A eso de las 10:30 de la noche la mayoría de los suizos ya habían partido a casa, mientras mezclados entre franceses, españoles, italianos, nos quedamos todos animando la fiesta y “riéndonos” de lo aburridos que eran en este país.
 -¿Estás segura que eres suiza Yasmín? – Le pregunté en tono de broma. Tanto su forma de pensar, su forma de viajar, la forma en que me invitó de la nada a conocer el país, las pocas ganas de seguir las reglas a rajatabla como la gran mayoría de sus compatriotas, me descuadraba totalmente del estereotipo del suizo que me formé mientras estuve en el país.
- Jaja. No es la primera vez que me lo preguntan, pero sí.
- Yamín, eres la suiza menos suiza que conozco.


Al día siguiente, desde Lucerna, comenzó el cruce de los Alpes Suizos. Era una de las grandes pruebas que me esperaba de europa. Mientras empezaba la ascensión, mezclaba esa sensación de que se me quemaban las piernas con el esfuerzo con una admiración por los hermosos paisajes. Muchas veces no quería, pero tenía que parar a tomar fotos del lugar.


Vistas de Los Alpes Suizos
Entre gritos en alemán de automovilistas que me decían que no podía transitar en bicicleta por ese lugar (¡estaba rompiendo las reglas! Era como ofender a sus madres me imagino) y montañas que cubrían todo el rango de visión, con cielo abierto la mayor parte del tiempo llegué en solamente 2 días al punto más alto del cruce, Santo Gottardo. Algo decepcionado me sentí, pero no por los paisajes, sino que pensé que resultaría un poco más dificultoso, andaba con ganas de masacrar mis piernas pero no lo pude hacer.

Luego de acampar en el punto más alto, al día siguiente a la bajada, veo que los carteles en alemán se transforman en italiano. Por fin, luego de 5 meses podía entender lo que leía. Estaba en la Suiza italiana.

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