Soy Carlos Jeldres Venzano. Ingeniero, Chileno, Chillanejo y fanático de Ñublense. El 11 de junio del 2016 dejé mi trabajo y comencé a perseguir mi sueño: dar la vuelta al mundo en bicicleta. 5 continentes, 5 años y más de 100 países. Bienvenidos al viaje de mi vida

¡Hasta pronto América! Parte I: El sur de USA y las Bahamas

Carlos Jeldres Venzano - mayo 07, 2017


Estados Unidos de América. El último obstáculo antes de alcanzar la primera gran meta, Canadá. 
Más de 3.000 kms desde el sur de Florida hasta Canadá, el último país del norte del continente para culminar el primero de los 5 continentes, luego de más de 16.000 kms y 10 meses de pedaleo.
Esta etapa se dividió entre 4 etapas, las primeras dos en este post:
1) Florida y las Bahamas, donde más que pedaleo fueron unas merecidas vacaciones; playa, sol, cruceros y paseos,
2) El Sureste de USA, donde como nunca en todo este viaje me contacté con la naturaleza, ruta principalmente rural,
3) El Norteste de USA, desde Washington hasta Nueva York, pedaleo más que nada urbano, donde conocí la otra cara de Estados Unidos, las ciudades,

4) Y por último Canadá, desde el norte del estado de Nueva York hasta Toronto, la última parte en mi etapa americana.
Florida y las Bahamas

Me es difícil empezar a escribir sin hacer mención a la ruta previa. Esta historia, la historia de mi viaje, no es un montón de relatos sueltos, sino que mi estado de ánimo, las ganas o no de pedalear, decidir si acampar o estar con gente, entre varias otras cosas vienen marcadas por mi experiencia en el país anterior. Y cuando ese país es Cuba, con mayor razón.


Partí la ruta desde el sur de USA, en Miami. Venía de Cuba, etapa de duro pedaleo y como conté en la bitácora anterior, sin tener varias comodidades básicas.
Sentí que era hora de darme un gusto y volver a la civilización. Y qué manera de darme gustos. Acá, la bicicleta pasó a segundo plano y entré en “modo turista”.
Miami, y en particular Miami Beach donde me quedé, es una ciudad hermosísima, lleno de fiesta, gente joven y todo eso que se viene a la cabeza al solo escuchar esas dos palabras juntas, “Miami Beach”. El gran "pero" de este sector, sobretodo con un contraste tan grande como lo fue Cuba, es que si ya USA es un país caro, y Miami es una ciudad cara dentro de USA, Miami Beach es lo caro dentro de lo caro dentro de lo caro. En pocos días me gasté casi la mitad de mi presupuesto mensual.


Luego de días en esta ciudad y ya saciada mi "sed de civilización", cuando era hora de partir rumbo hacia el norte y empezar el pedaleo, aparece frente a mí un crucero rumbo a las Bahamas. Esas paradisíacas islas que veía mientras venía hacia Miami y que me juré visitar algún día a la vuelta de la esquina…
Jamás he sido consumista, mi estilo de vida siempre ha sido bastante sencillo, pero cuando se trata de viajar, me cuesta mantener el control. A las horas ya estaba arriba del crucero, en una experiencia única y muchísimo más económica de lo que se piensa.






Ya en las Bahamas, encontré a un país que venía saliendo de un huracán que causó muchos estragos, con varios edificaciones con daños evidentes. Como dato curioso, mi primer país donde se maneja por la izquierda, herencia, evidentemente, de su colonizador Inglaterra.
El país me recordó mucho a Belice por su gente, comida (mucha fritura nuevamente), rasgos y acentos caribeños en toda su gente. Quizás demasiado turístico, pero bueno, no podía esperar algo diferente de un lugar así. Volvería? No lo creo. Por algún motivo no me siento especialmente atraído al caribe no-hisponohablante, es decir a islas como Aruba, Sint Maarten, Bahamas o Guadalupe, principalmente ex colonias de Holanda, Inglaterra y Francia.
Lo que he conocido, me parecen países algo artificiales, donde el turismo de tarjeta de crédito, ese que aborrezco, parece ser la ley, además de ser en demasía una extensión de sus ex colonizadores.


De Izquierda a Derecha y de Arriba a Abajo:
Atarceder en las Bahamas
Bahama Mama, trago típico Bahameño, hecho a base de ron
Conch frites, plato tradicional de las Bahamas
Vista de la isla de la Gran Bahama
Kalik, la cerveza Bahameña
Puerto de Freeport
Nuevamente, la Reina en los billetes. 1 dólar de las Bahamas es igual a un dólar Estadounidense
Lagartos que abundan por la isla
Por primera vez, manejando por la izquierda

A la vuelta del crucero, el resto de Florida fue más bien cómodo. Paradas donde visité a Suzy y Lou, parientes por la rama italiana de mi familia, a quiénes conocimos luego de meses hablando por Internet y personas quienes me hicieron sentir, hasta el día de hoy, como parte de la familia, para luego visitar a mi querida tía Cecilia, donde batí mi récord de pedaleo para verla con una jornada de 201 kms. Bien querido en ambos lugares, pero era momento de afrontar la realidad. Una realidad que me decía que quedaban más de 3.000 kms por pedalear, en uno de los países más caros del mundo, con un presupuesto limitadísimo para el resto del mes; fuera de la zona de confort que fue Latinoamérica, de su idioma, de sus costumbres.
Dicen por ahí que la aventura recién empieza cuando el presupuesto está limitadísimo, y ahora en perspectiva, agradezco que haberme quedado así durante ese mes.




Ringling Museum en Saratota
Sarasota tiene una población porcentual de personas sobre 55 años de las altas de USA.
A los adultos mayores, a diferencia de latinoamérica donde se intenta de mala manera de "insertarlos en la sociedad", acá la verdad es que nunca salieron de ella. Tienen instalaciones exclusivas para ellos, gimnasios e incluso condominios de +55.
Sarasota

Adiós Florida. Que comience la aventura.

Sur de USA: Georgia, Carolinas y Virginia.


Los 4 estados que crucé desde que salí de Florida hasta llegar a Washington DC, parte del sur profundo de Estados Unidos: Georgia, Carolina del sur, Carolina del norte y Virginia.




Esa obsesión por llegar a Canadá me mataba. En cada día de pedaleo, desde que salí de Chile, me imaginaba la llegada a ese país. Por lo demás, cruzar USA, el último país antes de Canadá, tenía ese sabor que tenían los últimos 10 kms de una ruta de 100. Ansiedad, sin poder dejar de mirar el cuentakilómetros para por fin, descansar.
En esa manía por llegar a Canadá rápido, decidí tomar la autopista federal, que cruzaba directamente el país hasta Canadá, sin desvíos.
En eso me encontraba hasta que al segundo día por la federal me detiene la policía (me detuvieron tres veces por distintos motivos, pero esa es otra historia…). A pesar del estereotipo del policía desagradable o prepotente que se tiene, me dicen amablemente que me deberían pasar una multa ya que las bicicletas no pueden andar por ahí y que debía tomar caminos alternativos para seguir la ruta, pero que no lo harán.
Me escoltaron hacia una ruta alternativa, sin multa de por medio.

En el momento me compliqué bastante, ¡cuantos días más de pedaleo significaba eso! Pero a esos policías les debo no solo lo de obviar lo de la multa, sino que gracias a ese desvío conocí las maravillas del sur de USA.
Porque qué sentido hubiera tenido haber cruzado el país en una jungla gigante de 5 pistas por lado, de concreto puro.
Tomé entonces caminos alternativos, basados principalmente en la histórica ruta US 1, muy poco transitada hoy en día, y que cruza desde Florida por el sur, hasta Maine, el último estado por el norte. Pasé por ella junto con sus múltiples caminos auxiliares, muchos de ellos más senderos que caminos propiamente tal.
Libertad. La más pura libertad.


Y claro, acampé la mayoría de los días en sus hermosos bosques.
Acá no existía ese concepto de “hostal” que existe en Latinoamérica o Europa, donde compartes cuartos con muchos viajeros del mundo por 10 dólares la noche. Acá sólo existían los moteles, a precios que bordeaban los 50 dólares. Impagable en mi situación.
Si bien en otra circunstancia la carpa era mi última alternativa, acá muchas veces lo único que quería era meterme adentro de sus hermosos bosques, tirarme en el suelo y mirar. Mirar sus paisajes, sus bosques…sentir su aroma. Como nunca en todo lo que va de viaje, logré conectarme con mi entorno. Fueron varias las veces en que en los años de viaje posteriores a USA recordaba con una especie de nostalgia esta etapa, escuchado el soundtrack de Into de Wild, y recordando lo que era acampar no por decisión, sino por sobrevivencia. Un viajero que sigo escribió que "la aventura empieza cuando el dinero se acaba". Recién por ahí por el 2020 vine a aceptar eso como realidad.

Atarceder en Carolina del Sur
En lo más profundo de USA, además pude comprobar que eso de la amabilidad en los estados del sur era cierto. No puedo contar las veces que me ayudaron en ruta, con bocinas de ánimo, gente que me paraba para preguntarme por el viaje. Innumerables las veces que, con solo pararme al descansar al lado del camino, detenían su viaje para preguntarme si estaba bien o si necesitaba algo.
Una de las decenas de veces que me ayudaron. En esa oportunidad había pinchado la rueda y se había roto la bomba manual de aire, increíblemente dos malas coincidencias a la vez. Mientras estaba maldiciendo al lado del camino, esta señora me vio, paró su camino y me llevó amablemente a una tienda de bicicletas a un par de kilómetros de distancia
Siempre intento dejar que cada país me sorprenda en algo, pero resulta que creciendo con la cultura gringa, es poco lo que no sabemos de acá, ¡si a veces sabemos más de ellos que hasta de nuestros propios países! Pero esta amabilidad del sur, no lo tenía en mis planes.

Si bien fue una ruta eminentemente rural, tuve un par de paradas en ciudades como Savannah en Georgia o Richmond en Virginia, donde compartí con gente como Connor o Ilya, quienes me acogieron por un par de noches en sus casas, y con quienes exploré la ciudad, tanto de día como su vida nocturna.
Lo lindo de estos lugares, es que a pesar de ser ciudades como tal, donde encuentras todas las comodidades posibles, siguen manteniendo su estilo sureño, de pueblo.

Savannah...

Y Richmond. Dos ciudades que amé, además de ser increíblemente recibido en ambas.

Muy orgullosos de su sur, de su pasado. La bandera confederada, aquella que los representó durante la guerra de se la veía en todas partes. Los que la defienden, dicen que es simplemente un emblema que representa su pasado, mientras que quienes la critican, ven en ella un símbolo de algo que los debería avergonzar como país: el apoyo al esclavismo, que fue uno de los principales detonantes de la guerra civil.

Escribir sobre la guerra, aquella que separó al país entre el sur, los confederados, con el norte, la unión, da para un capítulo aparte. Una guerra que sirvió para zanjar diferencias que existían desde la misma creación del país.
Acá, lo que más me llamó la atención, es la neutralidad con que se toma el asunto, que pareciera estar presente en la sociedad hasta el día de hoy.
En todos los museos o monumentos, jamás leí una sola palabra de reproche o un adjetivo calificativo en relación a la postura esclavista sureña, algo del tipo “Fue un error el haber apoyado un sistema esclavista” nunca lo vi; todo se miraba desde un punto de vista neutral, del tipo “las condiciones históricas del momento, nos llevaron a esta situación”.

Richmond, ex capital confederada, lugar donde existe gran cantidad de museos y lugares de interés relativos a la guerra civil. 
Ya con un par de semanas pedaleando por el sur, tomándome todo el tiempo del mundo, ya empecé a extrañar un poco de ciudad y sus comodidades.
Terminé así Virginia y entré a Washington DC, capital del país y lugar donde comencé la tercera etapa en este país, el Noreste de USA, donde hubo menos de acampada, pero mucho de ciudad...Que ya en los últimos días me estaba haciendo falta.

Pocos kilómetros antes de alcanzar Washington DC., en el norte de Virginia.
Savannah, con Connor, mi host en esa ciudad.

A pesar de haber recorrido todo el sur, conocido por ser una zona bastante conservadora, de todas las personas que conocí, prácticamente nadie reconoció haber votado por Trump. Según lo que pienso, existe una mezcla de vergüenza de haberlo votado (y no reconocerlo en público) y el hecho de que gran parte de su electorado son los, como se les denomina peyorativamente, “Blue collar”. Aquellos trabajadores que prácticamente no ven la luz del día, con poca actividad social, y que por ende, no tuve interacción con ellos.

Richmond


Y más Richmond


Brad y Debora me recibieron dos noches en Carolina del Norte.
Su hijo, Dave, a quien conocí en las montañas de Perú, me hizo el contacto.
Como siempre, me trataron increíble!


Muchos caminos como estos, donde solo habían senderos.


Comida típica sureña preparada por la familia Hoch. Además de los miles de tipos de papas, les agregan a sus comidas una mezcla de marshmallow, dándole un toque agridulce muy particular (Exquisito!). El sur es famoso por su comida no precisamente corta en calorías.






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