Soy Carlos Jeldres Venzano. Ingeniero, Chileno, Chillanejo y fanático de Ñublense. El 11 de junio del 2016 dejé mi trabajo y comencé a perseguir mi sueño: dar la vuelta al mundo en bicicleta. 5 continentes, 5 años y más de 100 países. Bienvenidos al viaje de mi vida

Ruta Nórdica Parte II

Carlos Jeldres Venzano - agosto 19, 2017


Inicio: 3 de mayo de 2017 - Fin: 28 de mayo de 2017
Países: Islas Feroe - Dinamarca - Suecia - Finlandia

Islas Feroe

Navegando hacia las Islas Feroe
Luego de Islandia, me encontraba sobre el barco que me llevaría hacia Europa continental, con Dinamarca como puerto de llegada. Sin embargo faltaba antes una pequeña escala: las Islas Feroe.
Creo que después de Islandia, las Islas Feroe era el país que más me llamaba la atención de los países nórdicos. Tenía las expectativas altas considerando que es un destino poco frecuente y poco explorado entre viajeros; es además uno de los países menos poblados del mundo (algo así como 50.000 de personas en el conjunto de islas) y uno de esos particulares casos de ser un país no independiente, ya que es un país autónomo del Reino de Dinamarca. Podría resumir esas ganas de visitar el país en esa atracción a lo desconocido, que al fin y al cabo es el motor del viaje.
A diferencia de Dinamarca como escribiré más adelante, superó con creces lo esperado.


Arriba del barco, junto a Hafsteinn nos hicimos de inmediato amigos de un puñado de Feroeses.
El barco es una de las pocas conexiones del país con el resto de Europa, y por eso estaba lleno de ellos. Como broma decíamos que el 1% de la población del país estaba en la nave, y claro, no errábamos por mucho.
Considerando que moría de ganas de entablar conversación con personas de este recóndito país, me cayó como anillo al dedo la situación.
Esperaba algo parecido al islandés en ellos, de carácter más reservado...pero no. ¡Que hermosa sorpresa me llevé! Era la gente más alegre que he visto en mucho tiempo. Y claro, las cervezas que nos habíamos prometido para celebrar el cruce de Islandia se transformaron rápidamente en varios brindis de vodka y cerveza feroesa, auspiciado todo por nuestros nuevos amigos.
Me contaron de todo de su país, como las grandes diferencias que tenían con Dinamarca y el fuerte movimiento independentista en la zona, si incluso se sienten más cercanos con Groenlandia (el otro país que compone el Reino de Dinamarca) que con la propia Dinamarca. Sin embargo a pesar de tener moneda (aunque con paridad a la corona danesa), cultura, e idioma propio (incluso más parecido al islandés que al danés), siguen siendo estrechamente dependientes de Dinamarca, principalmente debido a lo pequeño del país y por los lazos históricos que los han ligado.


Primeras vistas de las Islas Feroe
Mientras navegábamos, veía como empezaban a aparecer la islas. Era demasiado surreal, parecían sacados de un cuento, con sus formas puntiagudas y acantilados.
Ya avisaban por los parlantes que podíamos desembarcar. Hora de pedalear el país más pequeño y exótico, que había estado en mi vida, estábamos en Tórshavn, su capital.
Tórshavn, capital de las Islas Feroe. Es una de las capitales menos pobladas del mundo con menos de 20.000 personas.



La primero que llama la atención a cualquier que visite las islas, además de sus hermosos paisajes, es la cantidad de ovejas que hay! Existen literalmente más ovejas que habitantes, es lo más normal del mundo encontrárselas en cada rincón del país, incluso cerca del centro de su capital.
Ese día me enteré el nombre del país viene de "Føroyar" en feroés, o algo así como la Isla de las Ovejas. Pronunciar "Føroyar" en todo caso fue una tortura. Debo haber perdido una hora intentando aprender los fonemas en feroés con mis profesores improvisados en el barco...pero bueno, no nos desviemos. Estábamos en las islas con Libertad!






Las Islas Feroe, con solo algunos grados de latitud más al sur que Islandia, si bien no era el caribe, en comparación con Islandia, para mí lo parecía.
Lo único malo fue el poco tiempo que estuve en la isla. Además, el pedaleo fue más duro de lo que pensaba (a pesar de ser el primer país en pedalear sin alforjas), ya que lo montañoso del lugar no me permitió recorrer cada rincón como lo tenía considerado inicialmente.
Aun así, visité los puntos más relevantes cerca de la isla mayor, donde está ubicado Tórshavn.
Creo que es el único país nórdico al que sí volvería, lo sentí tan único, tan inexplorado, tan real, no invadido aun por el turismo de masas, ese que arruina la esencia de los lugares, que me encantaría pasar a futuro un par de meses ahí.

Despedida de Tórshavn.
Atardecer en Tórshavn, y hora de partir de las islas. Ya arriba del barco y casi al momento de zarpar se acerca Magnus, un chico Danés con el que me tocó compartir cuarto. Por lo general soy bien abierto a entablar conversación, pero estaba destrozado luego de pedalear por las islas. En eso estábamos conversando, yo dando lo mejor de mí para no parecer descortés, hasta que menciona la frase mágica: "Vamos, te invito a unas cervezas".
Carajo, ¿tanta cara de borracho tengo? me pregunté. En fin, vamos.
Resultó ser un tipo demasiado entretenido y amable, justificando ese estereotipo de amabilidad del danés, algo parecido al canadiense. Magnus por lo demás, tenía un aire a mi fallecido tío Juan Enrique, mayor razón para hacernos amigos.
Trabajaba en las islas para una especie de taller artístico de pinturas, y claro, tenía ese toque de locura que tiene toda persona con la que entablo amistad.
Similar a lo que pasó con los Feroeses, me contó todo sobre el país, dándome consejos y lugares a visitar. ¿Tendré siempre esa suerte de conocer la persona precisa que me ayude en cada país a explorar? No lo sé, pero ojalá no se acabe la racha.

Yo (izquierda), Magnus (centro) y Hafsteinn (derecha). Atardecer camino a Dinamarca.
De los países nórdicos, Noruega fue el único que no visité. Sin embargo, mientras navegábamos sus costas rumbo a Dinamarca, el país me regaló un hermoso atardecer.

Dinamarca 

¡Tierra a la vista! Por fin Dinamarca, el país número 19 del viaje y mi tercer país nórdico luego de Islandia y las Islas Feroe. Despedida con Hafsteinn que comenzaba su propia aventura sobre ruedas y de Magnus, que volvía de visita a su país.

Dinamarca, el país de las bicicletas. Lo primero que me llamó la atención es que desde el momento que me bajé del barco, es que en junto con la carretera para autos existe una especial para bicicletas en paralelo. Por que allá se tomaron muy a pecho el asunto de la bici y todo el país está conectado no por ciclovías, sino por "carreteras" para bicicletas, todas señalizadas. Así, el pedaleo en uno de los países más planos del mundo, con un clima increíble (el país más sureño del conjunto nórdico), gente amable y que mejor, con carreteras propias sin tener que lidiar con los autos, fue en extremo fácil...
Carreteras inmensas para bicicletas que conectan absolutamente todo el país.
Simplemente Dinamarca.
...Quizás todo era fácil hasta el punto de llegar a ser aburrido.
El plan original era llegar hasta la capital Copenhague pedaleando hacia el sur para tomar el ferry de conexión hacia Suecia. Luego de llegar hasta Aalborg, una de las ciudades más importantes de Dinamarca, pero recién en la entrada norte del país, por primera vez en el viaje, sin motivo alguno, simplemente me aburrí del país. No puedo decir que era su gente, porque eran en extremo amables, ni por las dificultades del camino, ya que hasta viento a favor tenía. Simplemente hubo algo que no me hizo hacer "click" con Dinamarca, no fui capaz de tomarle el pulso al país. No me cautivaron ni sus hermosos paisajes llenos de amarillo, ni su país diseñado para bicicletas. ¿Será que quedó la vara muy alta luego de Islandia y las Feroe? Quizás sea eso, sumado a que la cuota de masoquismo que siempre debe estar presente. Cuando todo sale demasiado bien, me aburro.
Así, luego de una noche en Aalborg, decidí a la mañana siguiente devolverme hacia el norte y hacer la conexión hacia Suecia, pero en vez de empalmar Suecia en Malmo, hacerlo en Gotemburgo, segunda ciudad en importancia de ese país.

Puerto de Frederikshavn

Pedaleando hacia el norte, debía estar en dos días en el puerto de Frederikshavn, antes de las 14:00 para alcanzar la conexión hacia Suecia.
Llegué tarde y perdí el ferry, quedando varado en una ciudad donde no conocía a nadie ni tenía planificado quedarme (aunque en el fondo sé que una risa malvada y cómplice dentro de mí me decía "¡por fin problemas!"). Era escaparme fuera de la ciudad, acampar afuera y regresar al día siguiente, o bien, intentar conseguir alojamiento desesperadamente en el puerto con alguien de buena voluntad, ya que una hostal, al igual que todos los países visitados desde EEUU, era prohibitivo.
Al primer intento, Svend, ciclista de tomo y lomo, me ofreció su ayuda. Me ofreció su hogar a pocos metros de donde estaba, además de ayudarme con el mantenimiento de la bicicleta (que bastante maltratada quedó luego de Islandia), comida, medicina y una bufanda de regalo para mi incipiente resfrío producto de una mala noche anterior.
Ahí me replantié si quizás fui demasiado tajante al tomar la decisión de abandonar el país.

El amarillo de Dinamarca, ese amarillo que cubre todos sus paisajes y que me acompañó durante el breve pedaleo por acá.

Suecia 


Debo confesar que la decisión de abandonar rápidamente Dinamarca fue un poco influenciada por un nuevo Magnus, no el danés, sino uno de los pocos suecos que conocía. Algo así como familiar político en segundo grado, esposo de mi tía chilena Fernanda. Más allá del parentesco, hicimos buenas migas de inmediato cuando me contó de sus expediciones pasadas. Aventurero como yo, se ofreció a ayudarme a conseguir alojamiento, darme consejos de la ruta a tomar en Suecia y claro, invitarme a su ciudad a quedarme junto a su familia unos días, la ciudad de Falún.
La ruta para atravesar Suecia fue, partiendo de Gotemburgo (al oeste), haciendo una parada en Falún, para rematar con 3 largos de pedaleo en Estocolmo al este, su capital, donde me quedaría un par de días para empalmar hacia Finlandia.

Ya al llegar, lo primero que impresiona de Gotemburgo, y de Suecia en general, es la arquitectura de sus ciudades. Esas terminaciones, colores anaranjado en sus techos y contraste de colores en todas sus construcciones.
Me quedé con David, primo de Magnus, y su esposa. Me atendieron como ya de costumbre, excelente. Comida de bienvenida, conversación como suelo hacer cuando llego a un país, de sus costumbres, lo básico del idioma, para comenzar al día siguiente mi ruta hacia Falún.




Gotemburgo
Mientras pedaleaba rumbo hacia Falún, me metí por los famosos bosques del país, durmiendo como un oso bajo los árboles, pasando por decenas de localidades rurales con suecos que me sonreían al paso, me ayudaban con la ruta, o bien me ofrecían desde agua, hasta alojamiento y comida como en Uddevalla, donde me recibieron Eleonore y Mikael.
Acá, la barrera idiomática no existió, ni siquiera en los lugares más apartados del país. La gente, incluso de áreas rurales, se maneja con un inglés por lo menos "medio", y lo mismo se repitió en absolutamente todos los países nórdicos. desde Islandia hasta Finlandia.
El pedaleo en esos días me recordó lo vivido unos meses atrás a mi paso por el sur de Estados Unidos, pero con mucho más verde, menos gente, más caminos de tierra, más frío...en suma, más aventura!






Pedaleo por los bosques de Suecia.
Tal y como lo esperaba, pedaleo duro, pero paisajes impagables.
Hasta que luego de seis matadores días de pedaleo, llegué a Falún. Cinco días de acampada exclusiva, sin una ducha, muerto de frío y con cada una de las pocas piezas de ropa que traigo mojada. Abracé a Magnus como si fuera mi amigo más íntimo ¡Como venía necesitando refugio ya!
Mientras descansaba, Magnus me avisa que me querían entrevistar para la televisión Sueca. Ni idea de como se habrán enterado, creo que ni siquiera él sabe bien como, ¡pero yo feliz! Si una de los objetivos de esto es difundir esta hermosa forma de viajar.



Fernanda me llevó a recorrer la ciudad y me comentó sobre su vida acá, radicada hace varios años y con esposo e hijos suecos, difícilmente ve volver a Chile.
Todas esas comparaciones odiosas y masoquistas que hacemos en Chile con países como Suecia, Noruega o Finlandia, y que nos hacen sentirnos (más) tercermundistas, lamentablemente son demasiado ciertas.
Partiendo de la base que tengo tanto de socialismo como carne tiene mi bicicleta, parece de mentira ver con ojos propios las maravillas de este estado de bienestar.
Magnus es médico, y me comentaba que si bien existen diferencias de sueldo, por ejemplo con la arsenalera, tal diferencia no era más allá de la mitad de su sueldo. Es chocante oír de primera fuente eso, parece inimaginable que una arsenalera gane la mitad de un médico en mi país con todo lo que ello implica, hijos compartiendo colegio, barrios, etc.
Las diferencias son tantas, los monopolios que tiene el estado sobre las botillerías, el libre acceso a las bibliotecas (y que la gente las use!), el acceso a la naturaleza, porque todo el país parece enclavado en un bosque gigante, de ahí que sean tan buenos en esta parte del mundo para los deportes outdoor. La salud y la educación de primerísimo nivel. Incluso en el mercado inmobiliario el estado interviene al generar en proyectos inmobiliarios de privados, disponibilidad para aquellos que no pueden comprar directamente las propiedades y arrendarlas, de modo de no crear ghettos en las ciudades. Me comentaba Fernanda por ejemplo de la corrupción en Suecia, donde hubo un caso donde la secretaria de una representación política paso por gastos de la comuna, una especie de junta. ESE es su nivel de corrupción, que a nosotros nos parecería irrisorio, años luz de los "espectáculos" que nos brinda nuestra clase política y para que decir de los pesos pesados de la corrupción política en latinoamérica como Brasil o México.

Falún
Despedida de Magnus y Fernanda, para comenzar la suave ruta hacia Estocolmo. Más allá del percance donde bobamente olvidé las varillas de mi carpa donde Magnus  y Fernanda (quienes me las hicieron llegar en tiempo récord a Estocolmo, eternamente agradecidos) y tener que dormir usando árboles como punto fijo, la ruta fue más de bosques, campo y por fin, sol!



Y así, el viernes 19 de mayo de 2017, y luego de 10 días de pedaleo, alcancé la capital Sueca. Estocolmo a la vista.
Como ya ha sido una tónica en el viaje, llegué a la ciudad ya con contactos y durante un fin de semana, para sacarle el mayor provecho posible. Luego del reportaje que me hicieron y a través de Jerónimo, un amigo en común, me puse en contacto con Martín, un chileno estudiando en Suecia.
Martín y Katerin, su novia, fueron mis anfitriones en la ciudad, quienes además de recibirme, me invitaron a salir, recomendarme lugares de la ciudad, en el fondo, hacer todo lo posible para descubrirla.






Vistas de Estocolmo
Como capital de uno de los países desarrollados del mundo, no era económica obviamente, pero fue menos cara de lo que pensé que podía ser. Allá bromean incluso que al lado de Noruega (un país caro dentro de los caros), la vida no es tan cara.
Un punto imperdible es el Museo Nórdico donde se puede entender un poco más las relaciones históricas entre estos países, qué fue lo que ha pasado para llegar a esta "fraternidad" de países nórdicos además de ver cómo era la vida hace cientos de años acá.
Como todas las capitales nórdicas, son ciudades hermosas, únicas, pero que me parecen solo para visitar. No sé si será la relación con la gente, lo caro, pero en general no viviría ni pasaría más de un par de semanas en estas bellísimas ciudades.
Luego de un fin de semana entero, partí el lunes a Finlandia despidiéndome de Martín y Katerina.


Uno de los amaneceres más lindos que he visto en mi vida. 4am, luego de la fiesta en Estocolmo, todos a la playa

La Real Academia de la Música de Estocolmo, lugar donde se entregan los premios Nobel (salvo el la paz, que es en Noruega).


Finlandia 



Luego de Estocolmo, llegó Turku, y el primer día en Finlandia, país que atravesaría por la ruta sur, partiendo por esta ciudad, pasando por Helsinki, hasta llegar a Rusia.

Días antes de llegar a la ciudad había contactado a Jukka Salminen, mediante una de las redes sociales que más ocupo: Warmshowers. Lo uso tanto como para conocer ciclistas y viajeros de todo el mundo como para conseguir alojamiento, en particular en esta parte del mundo donde los precios eran impagables.


Turku, Finlandia

Jukka es un finlandés que dio la vuelta en bicicleta, proyecto que terminó hace un par de años y publicó al respecto un libro. Qué mejor que empezar mis primeros minutos en el país de los saunas conversando con un personaje tan interesante como él.
Mientras conversábamos de mil anécdotas de viaje y "leía" su libro escrito en idioma finés (más bien, contemplaba sus fotos), llegamos a la conclusión que muchas veces, más de las que yo tenía contempladas inicialmente, es necesario un break en el viaje, una larga parada donde uno se reencante con la bicicleta. Sin ir más lejos, Jukka demoró algo así como 9 años en completar todo su viaje. En ese momento terminé de caer en cuenta de que, desde México, mi última gran parada, habían sido meses y meses viajando, sin tener tiempo casi de "digerir" cada una de las decenas de anécdotas, gente, países...necesitaba aterrizar todo lo vivido, no solo descansar físicamente (que por lo demás, también lo necesitaba). Me ofreció quedarme un día más, lo cual acepté con gustó. Ahí terminé de decidir hacer una parada larga en Rusia, considerando no podía permitirme varias semanas en Finlandia por sus precios, a diferencia de lo accesible que era Rusia en cuanto a alojamiento por ejemplo.
Dos días luego de mi llegada, empecé el pedaleo hacia el país más extenso del mundo, con bastante asiedad de llegar, pero al mismo tiempo, aprovechando el aquí y ahora, tenía que descubrir Finlandia antes.



En Helsinki me esperaba Lauri, finlandés que junto a Mirva, su pareja, ya habían también dado la vuelta al mundo entre bicicletas, haciendo dedo, trenes, etc.
Lo único que sabía además del país, además de su sistema educacional tan famoso, son sus saunas.
Kilómetros antes de llegar a Helsinki, Lauri estaba con un amigo austríaco que estaba haciendo unas remodelaciones a su casa. Obviamente me quedé a ayudar, así además lo conocí a él y me enteraba un poco tanto de Finlandia como de Austria.
-¿Cuál es el tema acá con los saunas, Lauri? - Le pregunté
-Acá es casi una religión, cada dos casas hay un sauna. Hay incluso oficinas que tienen para sus empleados.
-....
-En serio. Más tarde vamos a la casa del campo para pasar el día de trabajo. Te vas a sentir como nuevo.
-¿Hay que entrar desnudo, no?
-Así es.
Odio un poco es frase del "no se ha visitado X país, sino se ha comido/hecho/visitado...", pero OK, haré una excepción, y es un DEBER visitar uno de los miles de saunas en el país, tan característicos de la cultura finlandesa.
Y claro, ahí entendí cuál era la gracia y porqué era tan popular. Si bien al principio para alguien nuevo puede ser algo incómodo, tanto por el hecho de tener que estar desnudo enfrente a otra gente como por lo sofocante del calor, en verdad se siente como volver a nacer. Si ese efecto logró durante el verano, época en la cual estuve en Finlandia, entiendo lo increíble que debe ser en invierno, de ahí la obsesión por esto. Me sentía como bajo el efecto de alguna droga, no podía dejar de sonreír. Y claro, luego del sauna, chapuzón en el lago, uno de los miles y miles que tiene este país, para volver a repetir el proceso.

Al llegar a Helsinki fue lo mismo, solo que ahora en un sauna público. Soy bastante abierto de mente, por lo que jamás fue problema, pero según conversábamos con Lauri, existe mucha gente de lugares donde el choque cultural es tan grande, que no se puede manejar la incomodidad. Porque en este lugar éramos entre 10 y 16 personas, hombres y mujeres, todo en un espacio de..¿8 metros cuadrados? con suerte. Pero es algo tan normal, que para nadie parece raro. Acá, en vez de tomar una chapuzón en el lago, lo hicimos en el mar báltico, ese que baña las costas del país.
Atardecer en el báltico luego de un merecido sauna con amigos finlandeses.
Ya antes, junto a Mirva, habíamos realizado una excursión por la capital, conociendo los lugares más importantes. Es una capital pequeña, tal y como me la imaginaba. La encontré algo aburrida a decir verdad, pero sería apresurado emitir un juicio tan rápido considerando el poco tiempo que estuve.



Vistas de Helsinki, capital de Finlandia.
La frontera con Rusia estaba a casi 200 kilómetros, dos días eran más que suficientes para alcanzarla.
Al llegar al control migratorio, una frontera relativamente "bien resguardada" (por no decir, algo tensa considerando el historial de guerras entre Rusia y Finlandia) y donde varios metros hacia el lado finlandés es considerado territorio militar, el guardia me mira y empieza a inspeccionar mi pasaporte.


Era un domingo a eso de las 7 de la tarde, y era el único ser bípedo en cruzar la frontera en ese momento. Según mi experiencia, cuando no hay nadie en la frontera el proceso es más tedioso y si a un agente de inmigración no le caes en gracia, puede incluso buscar los argumentos para no dejarte pasar.
Luego de minutos ojeando mi pasaporte, me pregunta:
-¿De dónde es este visado? - Apuntando a una de los tantos sellos de mi pasaporte
-De Camboya señor.
-¿Y esta estampa?
-Mmm, creo que es Colombia, pero con el agua se ve algo corrida. Me pilló una tormenta en centroamérica y...
-Mis felicitaciones! Estás dando la vuelta al mundo?
-Así es, sobre Libertad, mi bicicleta.
-Mucha suerte en todo. Espero te hayan tratado bien por acá.
-Sí que lo hicieron. Muchas gracias.
Sonrisa mutua, apretón de manos y estampa de salida. Se acabó Finlandia para ingresar a Rusia.
Esa misma amabilidad de salida, fue exactamente lo contrario a lo que me tocó en la aduana en Rusia, pero bueno, esa es historia para el próximo país.
Hasta pronto Finlandia. Buen día Rusia!

  • Compartir: