Soy Carlos Jeldres Venzano. Ingeniero, Chileno, Chillanejo y fanático de Ñublense. El 11 de junio del 2016 dejé mi trabajo y comencé a perseguir mi sueño: dar la vuelta al mundo en bicicleta. 5 continentes, 5 años y más de 100 países. Bienvenidos al viaje de mi vida
De las pocas zonas geográficas del mundo que me quedaban por conocer, los países del pacífico sur eran probablemente el área que más me interesaba a esas alturas del viaje. Su cultura, que me parecía tan exótica, y lo aislado que están del resto del mundo países como Fiyi, Tonga, Micronesia o Kiribati los hacían ser la parada que mas había estado esperando durante el último año de mi vuelta al mundo en bicicleta. Por este motivo, en mi ruta de vuelta hacia Chile, me tomé más de un mes para visitar algunas de estas islas de la Melanesia y Polinesia en el Pacífico, situadas a entre Australia y Chile, mientras me seguía moviendo hacia el este para volver a mi patria.
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Fiyi: 105º país de mi vuelta al mundo |
Mi plan era cruzarlo desde Nadi (en el oeste) hasta lo más lejos que pudiera llegar hacia el este. Apenas llegué me quedé un par de días en un lodge en Suva, para conocer sus playas y resorts pero me aburrí como ostra. Más allá de sus playas paradisíacas, como en la gran mayoría de los más de 100 países visitados, lo más lindo del país es conocer a su gente y sus costumbres. Por este motivo, antes de partir hacia el este, me metí al área menos explorada del país, sus montañas, último bastión antes de ser colonizado por los ingleses, en el centro de la isla principal, llamada Viti Levu (de la que viene el nombre del país). Lo que aprendí de inmediato en mi primer día pedaleando es que Fiyi es un crossroad geográfico entre la Melanesia, Polinesia y Australasia, pero también es uno religioso; tuve mi primer día de pedaleo de ruta entre mezquitas, iglesias, templos budistas e hindúes. Quizás lo más uniforme del país es su amor al Rugby a lo largo del pequeño país.
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Los Bure son las casas comunitarias donde antiguamente vivía el Jefe del a comunidad, hoy ocupada para reuniones, matrimonios y ceremonias |
Entre playas y palmeras, mientras buscaba alojamiento en un pueblito llamado Kulo Kulo, conocí a Pila, quien me invitó a quedarme en su casa y tuve con él un curso exprés intensivo de la cultura fiyiana. Conocí también al jefe de la policía local, Obee, quien me dio una extensa explicación sobre las formalidades al dormir en una comunidad local; no es llegar y tirar mi carpa, sino que debo presentarme con el jefe comunal antes y llevarle un regalo (llamado "Sevu Sevu"), usualmente un racimo de Waka, el nombre de la raíz de la Kava, planta con la que se hace un brebaje levemente embriagante y parte importante en su cultura tanto en la Melanesia como la Polinesia. Quedé algo mareado con todo lo aprendido y lo vivido en solo 24 horas, pero son de esos días que quedan marcados como mi primer día en el África subsahariana o en Pakistán.
Al día siguiente desperté tarde por culpa de los moquitos y por la diferencia de hora. Fiyi está al lado de la línea internacional de tiempo y me había sido difícil acostumbrarme. Por la mañana Pila me llevó a recorrer todo Kulu Kulu, a pesar de que le insistía que tenía que seguir pedaleando. Él se lo tomaba todo con la extrema calma que caracteriza a este país, "Fiyi time, my friend, relax". El Fiyi Time es hacer absolutamente todo a paso lento y calmado, el tiempo es solo un accesorio irrelevante; "no trabajamos para el tiempo, el tiempo trabaja para nosotros", como les escuché, un concepto que me recordaba mucho al "Hakuna Matata" que conocí en el áfrica subsahariana. Lamentablemente el sol no está enterado del Fiyi Time y sus horas de luz son fijas así que tuve que partir a eso del mediodía.
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Votua |
Me fui feliz de conocer lo más profundo de la vida en las comunidades y la simple vida de Fiyi. Por este motivo es que Australia me causó tanta antipatía, es una sociedad tremendamente individualistas el centro es el "yo", pero ahora me encontraba una en el exacto opuesto del espectro, donde la comunidad lo es todo.
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Con Max antes de partir |
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Suva, la capital de Fiyi |
Debo reconocer eso sí, que incluso al momento de escribir estas letras me cuesta trabajo aún el pensar que todo lo vivido ha sido real y no parte un sueño. Siempre termino de mirar un mapa pensando cosas como "que andabas haciendo en Myanmar en medio de una guerra civil" o "qué tenía en la cabeza al entrar de ilegal en Burundi". Los mapas, por ese motivo, me siguen sacando una sonrisa cómplice, con Libertad casi siempre como mi gran testigo.
Pero decir que "conozco" 130 países me suena a una mentira. He estado en 130 países, que es muy distinto. El par de días en Sri Lanka, mi semana en Guatemala e incluso los 4 meses en Rusia no me permiten decir que conozco al país. Y si bien el "no conocer" a un país es una definición tremendamente vaga y aleatoria, me es más fácil definirla como aquellos países o territorios que no son de la lista que considero sí conozco, como Perú, Cuba, Tanzania, Kazajistán, Bulgaria o Egipto, por dar algunos ejemplos. Son unos 30 o 40 en los que siento que absorbí tan profundamente su cultura, dormí con locales en sus pueblitos perdidos, aprendí de sus lenguas y recorrí su geografía de punta a punta, que me siento cómodo diciendo no solo que "he estado", sino que los "conozco". Y Fiyi tiene la gran ventaja de que, al ser pequeño, con un poco de esfuerzo, lo pude poner en esa reducida lista VIP.
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Rumbo a Taveuni |
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Taveuni: el jardín de Fiyi |
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El meridiano 180ª, el hoy que se junta con el ayer |
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Siendo el último ser humano del planeta en ver el sol el 26 de agosto |
Luego de una semana en la isla, y más tiempo en el resto del país, me fui feliz con lo aprendido en aquel punto de la Melanesia, al que llegué sabiendo casi nada. De las decenas de países alrededor elegí Samoa como mi próximo destino, ya que estaba ya en la Polinesia, hacia el este, y, por logística, iba a poder viajar en una avioneta para ver esta parte del mundo desde el aire.
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Rumbo a Samoa |
Días 16 & 17 - Descanso en Alice Springs
Es hora de sincerarme. No me gusta Australia. En lo absoluto. Y si bien ya traía esa idea preconcebida, mi paso por el país solo ha reforzado lo que pensaba. Y no es que la gente sea hostil (con la destacada excepción de sus aborígenes, que por su historia de marginalización y opresión, son un grupo tremendamente apático y cerrado, en el mejor de los casos, indiferentes). Por el contrario, su población blanca (más del 90% del país) ha sido en su gran mayoría en extremo amable conmigo y no recuerdo algún episodio negativo con ellos. Pero, tal como en los Estados Unidos o Inglaterra, hay una barrera invisible que me cuesta describir con la cultura anglo, que me impide conectar profundamente con la gente más allá de su ayuda en la ruta. Me ha sido imposible salir de las conversaciones superfluas. Recuerdo que leí "La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo" de Max Weber, intentando buscar algunas razones para esta distancia que he sentido, y si bien encontré algunas claves y pistas como la importancia relativa que se le da a lo individual sobre lo colectivo, lo mismo no me ocurre con otras culturas occidentales, como alemanes, franceses o italianos, por lo que son solo justificaciones a medias. Mi poco cariño por el país, sin embargo, ha sido la mejor motivación que he tenido para pedalear. No me ha sido necesario pensar en ver a mi familia para darle con todo a los pedales.
También es hora de sincerarme con respecto a mi estado físico. He intentado engañarme pensando que las mis mangas UV resbalan de mis brazos por el fuerte viento, pero la verdad es que he perdido demasiado peso en pocos días; estoy quemando unas 7.000 calorías diarias y, mal alimentado, apenas unas 2.000. Si bien era un estado que veía probable alcanzar, me sorprendió lo rápido que ocurrió. En estos días no haré nada más que descansar y comer.
Mientras arreglaba a Libertad (como era de esperar en este país, el arreglo por lejos más caro de mi bicicleta, algo así como el 60% de su valor), el mecánico me comentaba que no podía creer que estaba dando la vuelta al mundo con una bicicleta tan "Entry Level" (de nivel básico). Eso me trajo recuerdos de algo que valoro mucho de mi cultura, de la que he sido muy crítico para bien y para mal. Cada latino que he encontrado viajando se las arregla con los recursos que tiene a la mano, con cualquier bicicleta o cualquier repuesto, mientras que en cada grupo de viajeros que he estado, ya sea en África, América o Asia, la gran mayoría de mensajes son de europeos o estadounidenses buscando tal o cual marca de ruedas o accesorios y ocupando su tiempo en organizar envíos de sus países de orígenes. Por ese motivo es que decidí salirme de cada uno de los grupos de viajeros.
Día 18
Día: 171 km, Total: 1.730 km, Faltan 1.057 km
Luego de dos dias de descanso, con piernas y bicicleta renovadas, seguí mi ruta hacia sur para hacer los últimos 1.230 km que separaban Alice Springs del mar, en Puerto Augusta. Esta ciudad que, tal como Vung Tau en Asia o Walvis Bay en África, no tiene mucho de especial para un turista, quizás ni siquiera para alguien local, pero que para mí significaban todo, la meta, el terminar de cruzar un continente.
Fue uno de esos días sin viento en contra y con todo a favor. Como un perro maltratado, me asustaba de inmediato con cualquier ruido que escuchaba, lo asociaba a algún posible problema mecánico de Libertad, pero la sentí como el primer día, tan suave que era como si ella me llevara a mí.
Hice 171 kilómetros en el poco tiempo que tuve para pedalear, no consideré que al ser invierno, las horas de sol serían menos, con incluso menos minutos cada día al irme moviendo hacia el sur. Al avanzar tantos kilómetros noté como el rojo (el "Red Center" le llaman a esta área) se iba poco a poco tiñendo de tonos de verde dada la nueva vegetación que iba apareciendo hacia el sur. Llegué a las 18:30, pasado el horario de la puesta de sol al punto de acampe. Estos son puntos despejados de maleza y enrejados, ideal para mantenerse alejado de las decenas de animales venososo que pululan en el sector. He intentado a toda costa no acampar en la maleza por las mismas razones.
Si a principios de este viaje me hubiera tocado un día así, sin aventuras o problemas, no hubiera sido algo que me hubiera puesto muy contento, pero a estas alturas del viaje, lo agradezco con el fondo de mi corazón.
En la noche ingenié una especie al almohada con mi mochila, una bolsa inflable que recuperé de una caja, mi kufiya y mi chaqueta de pluma, fue una de las pequeñas victorias que me ponen muy contento; por fin una noche de descanso pleno. Al asomar mi cabeza fuera de la carpa, recordé lo que fue mi pedaleo por el desierto de Atacama, con las estrellas resplandecientes en un cielo alejado de cualquier centro urbano. Reconocí muchas estrellas, y claro, había olvidado casi por completo que estaba hace más de un mes de vuelta en el hemisferio sur. El ver las mismas estrellas que veo en Chillán, más los 171 km de hoy, me hicieron sentirme mucho más cerca de casa.
Día 19
Día: 110 km, Total: 1.840 km, Faltan 951 km
Viento en contra todo el día. Por fin pude tomar una decisión de ruta que fue e desviarme a ver el Uluru, que es uno de los puntos con más importancia simbólica para los aborígenes australianos. Pero la verdad es que a estar alturas no me interesa conocer más del país, solo quiero terminarlo. Los aborígenes además me han resultado bastante hostiles y cuando el viento me pega en la cara me pongo de mal humor, por lo que son demasiadas señales para no desviarme. Hoy dormí en una cama, lo cual mejoró bastante mi ánimo.
Día 20
Día: 130 km, Total: 1.970 km, Faltan 825 km
No sólo rompi un rayo ayer, sino que en la mañana noté que también había extraviado el cable cargador de mis audífonos, tan grave como casi cualquier pieza de la bicicleta. A estas alturas el escuchar noticias o libros es fundamental para que el día se sienta más ligero y mantener la cabeza ocupada. Mientras me lamentaba, apareció un grupo de ciclistas con quienes tomamos el café matutino. Les pedí un cargador para al menos soportar el día (imaginaba que iba a pasar al menos una semana hasta encontrar un reemplazo), cuando uno de ellos me regaló un cable que le sobraba y calzaba justo. El día había comenzado bastante bien.
Este día lo recordaré también ya que por primera vez respondí a la pregunta que me hacen siempre, "¿hacia dónde vas?" con un inconsciente y natural "hacia Chile". En las Américas mi respuesta era hacia Canadá, en Europa, Estambul. En África, Cape Town en un comienzo, y luego, Walvis Bay. Y en Asia, Vietnam. Hasta hace poco acá respondía que hasta Puerto Augusta, pero mentalmente ya siento la meta tan cerca -volver pedaleando a mi casa- que naturalmente di esa respuesta.
También crucé mi primera frontera en varios días; había salido del Northern Territories para entrar en South Australia. A pesar de ser solo una frontera interna, lo sentí como un día especial ya que empecé a notar que todos los dias se me iban pareciendo el uno al otro. Y las fronteras forman una especie de compartimiento en mi mente donde soy capaz de, al solo mirar un mapa, recordar lo que hice tal o cual día. Al ver mi mapa de rutas y tomar un día al azar de julio del 2016, veo el mapa y recuerdo el primer dia que escuché a un compatriota hablando una lengua indígena, el Aymara, ya que el español no era su idioma materno, a pocos dias de cruzar a Bolivia. O al tomar otra al azar, el día que entre sin visa a Burundi. Otra al azar, el día que me comieron vivo los mosquitos en Rusia. Y así, recuerdo con relativo buen detalle cada uno de los más de mil días de ruta, lo que me ha hecho sentirme particularmente vivo, a diferencia de mis días de oficina, por ejemplo, donde hoy no soy capaz de diferenciar un mes de otro. Por eso ahora, al menos mentalmente, podré dividir el país en 2 etapas para intentar recordar, sin tanto esfuerzo, lo que fueron cada uno de mis días en esta tortuosa ruta
Día 21
Día 138 km, Total 2.114 km, Faltan 691 km
Australia distorsionó mi noción de distancias. Entre ayer y hoy tuve 180 kilómetros sin poder abastecerme de agua ni comida, pero a estas alturas lo veo como si fuera un simple paseo entre dos poblados. Es que el "modo robot" en el que me he puesto ha sido tremendamente efectivo para pedalear largas distancias, el intentar no pensar en mis dolores (de piernas, manos y culo), en el hambre ni en la sed, ponerle play a un libro y pedalear hasta que el sol se ponga. Pero hoy, por primera vez en Australia, se me desconfiguró ese modo y sentí la soledad que me acompañó durante todo el dia. Quizás fue el hecho que era domingo, día familiar, o enterarme que mi perrito se quedó solo en casa. Extrañé mi hogar, mi familia, mis amigos y mi perro como pocas veces.
Como cada vez que me viene algún sentimiento negativo, algo positivo ocurre después. Por primera vez vi señalética que indicaba "Port Agusta", símbolo de que la meta se está acercando.
A la noche al mirarme al espejo noté unas ojeras que me llegan hasta las mejillas y la cara flaca por todo el peso perdido. Es uno de los tantos costos a pagar por este desafío. Otra cosa que noté en la noche es que era lunes, no domingo. Los días ya se me empiezan a repetir sobre una carretera que aparece literalmente hasta en mis sueños.
Total: 2.533 km, Faltan: 286 km
Hoy fue un día que quedará marcado en mi libro de récords personales, el día que más he pedaleado desde que salí de mi casa en el 2016. 261 km en menos de 10 horas.
Desperté en el lindo pueblo minero de Coober Pedy, donde había planificado un día de descanso para visitarlo. Pero hoy a las 5:30am vi que iba a tener, por primera, vez viento de cola. No de frente ni ese viento cruzado tan molesto. Directamente en la espalda. Y la ruta no era cualquiera, me tocaban 260 kilómetros sin absolutamente nada más que camino hasta Glendambo. Sin posibilidad de abastecimiento o agua, ese ha sido el tramo más largo en los 7 años de viaje, en más de 100 países, donde he tenido que pedalear sin parar, ni siquiera en el desierto de Atacama, en Bostuana o Kazajistán, donde lo máximo que recuerdo son algo así como 150 km. Y para peor, mañana iba a tener exactamente el mismo viento, pero de frente.
Así que, nuevamente, como esclavo de las veleidades del viento, decidí sacrificar mi día de descanso e intentar la misión imposible (que a esa hora se veía literalmente imposible) de cruzar todo el tramo, o al menos quedar lo más cerca posible de Glendambo para que mañana no fuera tan tortuoso llegar.
Empecé a rodar a las 6:30 am, pero el agua donde me había quedado a acampar no era potable, por lo que perdí media hora buscando. A las 7:15 am por fin tomé la carretera principal y me puse a pedalear. A esa altura pensé que la demora había acabado con la remota posibilidad de llegar a Glendambo en un día, pero al menos tuve uno de los amaneceres más lindos de mi vida, con el naranjo mezclado con el mismo color de las piedras del pueblo minero y un Wallaby saltando por el descampado.
Con 45 minutos perdidos, me entretuve los primeros minutos pensando una estrategia para ver qué tendría que pasar para llegar. Un "what if", sólo como ejercicio teórico. Andar a 25km/h y tomando descansos de únicamente 6 minutos entre sí durante 11 horas. A pesar de firmemente creer que era imposible, me puse en mi modo robot y pedaleé como nunca antes a Libertad en estos 7 años.
Era imprescindible, para tener alguna chance, alcanzar los 100km a las 11:30 am según mis cálculos iniciales, pero los alcancé apenas a las 10:46 am. En plano hago 25km/h, pero el viento me ayudó con 5 más. Y a las 12:33 pm alcancé los 150 km. Me tragaba las palabras de todas las veces que le grité "¡viento de mierda!" desde el fondo de mi ser, durante Australia.
No paraba por más de 5 minutos a comer un plátano, masajear las piernas y llenar las botellas de agua. A las 2:59 pm ya había alcanzado mi récord anterior en este viaje, 212 km en Namibia, en el 2019.
A medida que veía que iba a alcanzar la meta, me propuse un meta más ambiciosa aún, lograr llegar en menos de 10 horas, para no bajar el ritmo de pedaleo. Llegué en 9 horas y 48 minutos, con las piernas llenas de calambres, cojeando y con los labios partidos por la sal del lugar, las sales que expele mi cuerpo y que quedan atrapadas en mi máscara y kufiya y por las veces que me los mordía para aguantar el dolor.
El lunes escribí que los días ya me parecían iguales. Pues hoy va a ser un día que va a quedar guardado en mi memoria al conocer los límites que mi cuerpo es capaz de soportar. Además, el haberme vencido a mi mismo.
Día 24: Descanso
Hoy me costaba hasta caminar. Sumado al viento en contra decidí que era una buena decisión parar.
Día 25 Día: 117 km, Total: 2.650 km, Faltan: 173 km. Hoy tuve que dejar atrás mi bolsa de agua. No tendría nada de especial -debe ser fácil el ítem número 100 o 200 que he perdido o tenido que botar- si no fuera que es de los pocos que me quedaba del comienzo del viaje. He querido mantener la mayor cantidad pero ya solo me quedan, además de Libertad, mis alforjas (llenas de hoyos), mi primera capa superior (llena de hoyos), primera capa inferior (con un hoyo que la hace casi inutilizable) y mi linier para dormir, único ítem al 100%. Pensaba que en estos últimos días me iba a venir un segundo aire, una motivación extra para terminar, pero no. Las moscas, que han estado siempre, hoy más que nunca llegan en docenas mientras paro a comer o descansar. El pasador trasero está desgastado en extremo y hace que la cadena salte cada 10 segundos. Ya ni siquiera saludo al enésimo conductor que saca la mano para darme ánimo. Casi no he encontrado árboles para tomar sombra y para peor, en las primera horas de viaje escuchaba como mi Ñublense era eliminado de la forma más dolorosa posible de la Copa Sudamericana. La carretera se me hace eterna, plana y tengo una sensación de hastío generalizado. Me está costando demasiado mantener la cabeza ocupada y cuento uno a uno los kilómetros que me faltan para terminar el último continente, como un preso que cuenta sus días para salir de la cárcel. El gran consuelo que tengo es el hecho de tener la meta a tan pocos kilómetros.
Misión Australia: Día 26 & Final 🎉
Día: 177 km, Total: 2.827 km, Faltan: 0 km
¡Mar a la vista! Luego de 26 días y casi 3.000 km, terminé de cruzar Australia en bicicleta, mi último continente. Luego de 1.704 días y casi 55.000 km he logrado la hazaña de cruzar en bicicleta todos los continentes habitados del planeta tierra.
En la mañana me prometí hacer los casi 180 km que faltaban. Siempre los últimos kilómetros de un día se hacen eternos y estos 180 km representaban esos ultimos 10 o 20 km de un día de ruta que no quería eternizar.
La cabeza la tenía a mil por hora, hoy es de esos días que no olvidaré jamás. Y no me servía de nada, para motivarme, pensar en que iba a completar mi último continente, ya que me subía la adrenalina y empezaba a pedalear en sprint. Y eso no sirve para un viaje así; como decía mi viejo, es una maratón, no una carrera de 100 metros.
Llegué poco antes del atardecer al punto donde empieza el océano en el sur del continente, al golfo de Spencer en Puerto Augusta, ahí donde se acababa Australia para mí y también se acabó la Stuart Highway. Por fin se acababa esa maldita carretera.
La playa estaba sola, metáfora de lo que fue este continente, una aventura en solitario. Los hermosos pájaros verdes que se me cruzaban al atardecer durante los últimos días, emulando en mi cabeza a una línea de meta, fueron cambiados por la gaviotas y sus graznidos, mi única compañía del término de esta penúltima etapa.
Me cayeron unas lágrimas al recordar a los que ya no están a mi lado y la imposibilidad de llamarlos para contarles una hazaña lograda por tan pocas personas en el mundo. Y la celebración fue poco más que eso, sentarme en la arena y descansar. Por fin, descansar.
Es que este continente me drenó cuerpo y mente, creo que no volvería jamás a intentar algo así. Y creo que más que un viaje físico fue un viaje mental, donde tuve tanto tiempo para conocerme más, ver mi límites y tomar algunas decisiones muy importantes de mi vida.
Ahora toca descansar y ya mañana a comenzar a planificar el último capítulo de mi viaje, la Vuelta a Casa y por fin, calculo que por diciembre de este año, decir que di la vuelta al mundo en bicicleta.
Terminé el país antes de tiempo y aproveché mis días extra en Sidney, visitando a buenos amigos de mi ciudad que viven allá. Conocí un poco de "la city", la otra Australia, aunque tal como lo esperaba, nada me llamó mucho la atención. Mi tarea estaba cumplida y ahora era momento del "postre", de cobrar mi premio: la Melanesia y Polinesia, con las exóticas islas Fiji como primera parada.
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17 de Julio de 2023: Día 0 - Darwin - Faltan: 2.723 km |
Aterricé en Darwin, al norte de Australia, situado apenas a un par de cientos de kilómetros de Timor Leste. La policía fronteriza me recibió con un "¿así que tú eres el ciclista?", ya me tenían identificado lo cual me sorprendió. Me advirtieron de lo aburrido que iba a ser la ruta, incluso para alguien manejando y les dije que ya lo tenía claro.
Cuando planifiqué mi vuelta al mundo, allá por el 2015, decidí dejar fuera a Australia. Pensaba que como iba a ser en la parte final de mi viaje no iba a tener las ganas ni la fuerza mental para pasar largas semanas metidas en la tortura del Outback australiano, con escaso contacto con personas y bajo eternas horas con sol del desierto sobre mi cabeza. Y, a pesar de que muchas de las proyecciones en ese 2015 terminaron siendo equivocadas, esta fue una de las que acertaron. Ya con 36 años en el cuerpo y más de 7 años de viaje, no me queda ni una pizca de la motivación para pedalear que tenía al principio. Preferiría mil veces estar en mi casa abrazando a mi perro Polo que ver canguros en la ruta. Recuerdo cada detalle del primer día en cada continente, Chillán en las Américas, Islandia en Europa, Egipto en África y Kazajistán en Asia, cuando volví a pedalear luego del largo receso por Covid. Al ver el mapa de ruta tenía ganas de comerme el mundo en cada uno de esos momentos, pero ahora, lamentablemente no. Y me pregunté seriamente si valía la pena intentarlo o era mejor dejarlo así, en nada iba a cambiar hacer 110 o 109 países.
Pero con el correr de los años fui definiendo que una verdadera vuelta al mundo debe cruzar, de un extremo a otro, cada continente habitado (las Américas, Europa, África, Asia...y Oceanía). El no terminar el último continente, el más pequeño, significaría quedar como con un rompecabezas con una pieza faltante, algo que conociéndome, no me perdonaría jamás. No podía nadar tanto para morir ahogado en la orilla.
Y es que si bien aun me falta la Patagonia, siento que ahí juego de local, en casa. Conozco el terreno y la vuelta a casa luego de Oceanía será un paseo. El gran desafío, el último, es este, el cruzar de punta a punta, de mar a mar Australia (Darwin - Puerto Augusta) y luego cruzar pedaleando algunas islas del continente como Fiyi o Tonga, cruzando el meridiano 180⁰ (la línea internacional del tiempo que divide literalmente el hoy con el mañana) volviendo así al hemisferio occidental, a través del Océano Pacífico.
Me quedé en casa de Fleur una mamá australiana que vivía con sus hijos, e intentaba convencerme, con la amabilidad característica de los australianos, de visitar algunos de los museos de la ciudad. Le respondía que lo iba a pensar, que "podría ser", pero lo único que tenía en la cabeza era empezar a cruzar mi último continente, a través de la eterna Stuart Highway, nombrada en honor al primer explorador en cruzar el continente, aunque de sur a norte, John Stuart.
Sabía que iba a ser una ruta durísima donde iba a tener que mantener la cabeza entretenida, por lo que realicé un diario de viaje de cada día de ruta, para poder representar fielmente lo que fue mi viaje y, por sobretodo, para mantenerme ocupado y no volverme loco.
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Día 1 - Adelaide River: 126 km. Total: 126 km. Faltan: 2.610 km |
Me desperté por primera vez en mi carpa nueva, el que creo será mi refugio la mayor parte de los días en el país. Fleur, mi host en mi primera noche en Darwin me insistió en ir a alguno de los museos locales. Le dije que "quizás" pasaría, pero la verdad es que estaba en el país con ganas de hacer una sola cosa, la de cruzarlo en bicicleta. Y, a diferencia de los 102 países anteriores, ahora no me interesaba el conocer sus costumbres o su cultura, todo eso estaba en un segundo o tercer plano.
Sabía que el viento me iba a tocar en contra, así que a las 6am ya estaba en pie, para aprovechar las horas de sol ya que el pedaleo será lento y ya que es el momento en que sopla con menos intensidad. Partí al km 0 de la Stuart Highway, la carretera que lo divide exactamente en dos mitades, como un cuchillo parte a una sandía por la mitad. Pocos metros más allá, con Libertad frente al mar de Timor, en el punto donde empieza el país por el norte, enfilamos al sur, hacia la gran Bahía Australiana. Luego solo 30 km cambió el color del suelo por el rojizo del Outback. Pensaba que iba a demorar más.
El fuerte viento en contra no me dejó pedalear a más de 19km/h y los autos pasan muy pegados a mi en una carretera con muy poca berma, por lo que tendré que ocupar mis audífonos solo en caso de extremo aburrimiento o berma ancha. A pesar de todo fue un buen día y logré pedalear más de 125 kms. Llegué a un punto de descanso llamado Adelaide River. Los precios en todo el país son absurdos, pero decidí quedarme en un cuarto hoy en vez de acampar, ya que mañana debo estar en pie a las 4am para alcanzar a pedalear sin el viento frenándome y quiero tener las piernas frescas. Ya cometí ese error en Kazajistán cuando volví a pedalear luego del Covid. Ahora no estamos parar repetir errores.
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Día 2 - Acampe cerca de Pine Creek: 115 km. Total: 241 km. Faltan: 2.518 km |
Al empezar el día, antes del primer kilómetro, vi a un canguro atropellado. Recordatorio de lo rápido que manejan acá y metáfora del día que iba a tener. Estaba a las 6am en pie, aprovechando las pocas horas sin viento en contra. Paré a descansar cuando llevaba algo más de una hora de ruta y noté que un neumático debía tener una fuga de aire. El día anterior había pinchado también -los conductores australianos dejan tirado por toda la carretera sus neumáticos viejos, y estos tienen unas puntas de fierro que le hacen pequeños hoyos a mis cámaras de aire-, pero el pinchazo del día anterior ha sido el único, de los ya cientos que he tenido en el viaje, que me puso contento ya que me dio la excusa para cambiar el neumático por uno nuevo, para carretera, que cargaba hace días. Dejé el neumático viejo en el lugar donde había dormido un par de decenas de kilómetros atrás. Hace unos minutos estaba pensando en lo mucho que me recordaba a Namibia el país y luego de arreglar la cámara y partir, note que no cerré bien el neumático, la cámara de aire se escapo como un globo por el costado -tal como en Namibia-, pero no alcanzó a explotar; solo hizo que el neumático de deformara un poco. "Que suerte pensaba", ilusamente, creyendo que había salvado la cámara. Al intentar cerrar bien el neumático e inflar la cámara nuevamente, esta última explotó a los segundos. Al revisar el porqué, note que el neumático -el único que traía que el anterior lo había tirado a la basura la noche anterior- tenía un hoyo por el costado, producto de la deformación. Puta vida...
Tenía que devolverme haciendo dedo a donde habia dormido, rogando porque el neumático aún estuviera ahí. Tuve suerte y me llevaron de vuelta a los minutos. El neumático antiguo, desgastado, seguía ahí y pude dejar funcional a Libertad con la última cámara de aire de repuesto que llevaba. No tuve la misma suerte consiguientes que alguien me llevara de vuelta al punto donde había quedado, así que tuve que pedalear todo el trayecto de nuevo.
El accidente no sólo me hizo tener que pedalear parte de la ruta 2 veces, sino que me dejó sin las pocas horas sin viento en contra y me quitó valiosas horas de sol. Por si fuera poco, me dejó sin repuestos.
Por las horas perdidas, tenía comida y agua menos que justas, así que la misión número uno era intentar encontrar agua, imposible de comprar en alguna parte durante los próximos 110 kms. Algunos conductores paraban a darme una o dos botellas, pero necesitaba llenar la bolsa, ya que con todas las horas perdidas, no iba a llegar al siguiente pueblo.
Como siepre todo puede ir peor, ayer el viento soplaba hacia el noroeste, mientras viajaba al sur, es decir el segundo peor viento posible. Pero hoy tuve que enfilar al sureste, el peor de los vientos, directo en la cara. El sol, el viento en contra, la poca motivación, un camino con pendientes-que no las esperaba- y sobretodo la incertidumbre de no tener agua ni comida suficientes, estaban haciendo de la ruta un infierno que pocas veces me ha tocado.
Pero como un ángel caído del cielo, mientras arrastraba la bici por una pendiente, apareció Gina. Venía corriendo atrás mío ya que no la había escuchado, con una bolsa llena de frutas y galletas. Me dijo que era ciclista y, como si estuviera leyéndome la mente, sabía lo que era la sensación de sentirse miserable en la ruta. Ella había hecho hace algún tiempo una ruta parecida a la mía en Tayikistán, y allá es uno de los lugares del mundo donde más fácil es sentirse miserable en una bicicleta; quizás Australia está en un nivel similar. Luego fue a su auto, y volvió con una bolsa de agua, llenando la mía casi entera. Al partir casi se me caen un poco las lágrimas pensando en como me había salvado de fallar mi misión al segundo día. Me había dejado con las reservas suficientes para pasar la noche.
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Día 3 - Katherine: 115 km. Total: 357 km. Faltan: 2.406 km |
Me desperté con un dolor en toda la espalda y las piernas. La colchoneta inflable en la que duermo se pinchó y dormí prácticamente en el piso. De todas formas fue el único inconveniente que tuve en el día; si viniera un hechicero y me prometiera que todos los días iba a tener sólo un inconveniente similar al día, durante toda Australia, firmo el trato sin pensarlo dos veces.
A pesar de pedalear solo medio día, llegué a Katherine, a 115 km de donde desperté. El viento se portó bien conmigo hoy y el día fue casi perfecto, encontré por fin una cama para dormir (aunque a este ritmo Australia me va a drenar las finanzas, era algo que merecía), una comida caliente, provisiones y lo mejor...piezas de repuesto para Libertad y para arreglar mi colchoneta. Ya estaba pensando en escribirle a algún conocido que me enviara partes por correo postal a algún pueblo perdido en el desierto, pero en la última oportunidad antes de Alice Springs, encontré cámaras y neumáticos.
Katherine es un pueblo bien pintoresco y acá he conocido el problema del que muy poco se habla fuera del país, sus indígenas y la relación con los blancos. Los aborígenes fueron tratados casi humanos de "segundo nivel" hasta hace poco y las consecuencias de la desigualdad se pueden ver hoy, con niveles altísimos de alcoholismo y suicidios. En todos estos pueblos existe una especie de ley seca salvo en lugares específicos establecidos.
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Día 4 - Acampe cerca de Mataranka: 117 km. Total: 474 km. Faltan: 2.292 km |
Me levanté tarde aprovechando las últimas horas en una cama dentro de quien sabe cuanto. Al salir al sur desde Katherine esperaba que el tráfico se fuera casi a cero, ya que tanto al este como al oeste de esta ciudad continúa la Ruta 1, que rodea a todo el país. Y bajó mucho pero no lo suficiente para dejar de estar preocupado de los "Road Trains" que son larguísimos camiones que llevan hasta 3 containers de carga, y que por la inercia que tienen, no frenan. Si a eso se suma la berma de a veces 20 cms, son varios los micro infartos que me dan al día.
A pesar que el viento en contra sigue, lo siento menos. Somos animales de costumbre y tal como me pasó con aquello que llamé el "síndrome Perú" (donde, en resumen, al ser todo subida, las piernas lo asumen como la nueva normalidad), acá padezco el que llamé "síndrome Australia", donde el viento en contra es lo normal, por lo mismo, cada respiro que me dan sus soplidos, una excepción a la regla, los veo como si fueran una cuesta abajo, un regalo del cielo. Quizás eso mismo, el que somos animales de costumbre, es lo que hizo que los primeros días fueran tan duros, el pasar de un lugar paradisíaco e inexplorado como Timor Leste a uno de los más inhóspitos para la vida humana me pegó duro.
Creo que ya le tomé la mano al Outback (espero no cantar victoria tan pronto); por lo menos ya me hice una rutina que funciona más o menos bien. Esperar la salida del sol, llevar las provisiones un poco pasadas de comida, pero las exactas de agua hasta el siguiente punto de llenado. El agua pesa mucho y no quiero ir con la bicicleta tan cargada. Siempre los conductores se ponen al lado mío y sin pedirlo me dan botellas. Me pregunto cuánta lástima inspiraré en algunos de ellos. Luego de alcanzada una estación de gasolina, recargar baterías, agua, comida y aprovechar la última hora de sol, la única de la tarde donde el viento deja de soplar y la más rápida del día.
Hoy, ya que salí tarde y quería hacer 120 km diarios, tuve que pedalear hasta la misma puesta del sol. Pero en los últimos kilómetros no había un lugar óptimo para acampar y tuve que poner la carpa al lado del camino, donde habían unas especies de espinas en el suelo. En el 2018, pedaleando por Israel, acampé en un suelo similar y mi colchoneta se pinchó por todas partes. Con una recien arreglada no quería correr la misma suerte así que me "entretuve" una hora arrancando las espinas una a una debajo de mi carpa, hasta que me sangraron los dedos. La tarea quedó más o menos lista, pero decidí poner abajo el saco de dormir y luego la colchoneta, al revés de como debe ser, ocupando el saco para proteger la colchoneta en vez de tenerlo hoy para darme calor. Más hacia el sur las noches se ponen heladas, pero por ahora, me basta con mi frazada, uno de los pocos elementos originales con los que salí el 2016.
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Día 5 - Acampe cerca de Daly Waters: 109 km. Total: 583 km. Faltan: 2.185 km |
A veces mi viaje me ha hecho sentir como el protagonista de un videojuego, donde el controlador -el jugador- es una fuerza externa bastante sádica. Cuando ya no puedo más y me viene algún quiebre mental o físico, el jugador se caga de risa y le baja al nivel de dificultad para que yo no abandone y él pueda seguir jugando. Pero cuando todo va muy bien empieza poco a poco a aumentar la dificultad a ver hasta cuándo soy capaz de aguantar. Hoy, cuando pensaba que las cosas iban mejor, empezó a sonar un "tac tac" en la bicicleta que no he podido encontrar, pero que tiene pinta que algo fallara pronto, creo que la cadena. Pensaba que me había acostumbrado al viento en contra, pero ahora el jugador le aumento la dificultad y le puso unas ráfagas que hacen que me tenga que detener casi en seco. Perdí mi botella de agua nueva y, por si fuera poco, se filtro un pegamento extra fuerte justo en el cierre del bolso donde guardaba las piezas de repuestos y parches; tuve que romperlo. Además las piernas ya me están comenzando a doler por el esfuerzo constante de ir todo el día pedaleando contra el viento. Así que siguiendo la tónica del aumento de dificultad, no me sorprendo si mañana un canguro me rompe la bicicleta, se me pincha la bolsa de agua y empieza un temporal de lluvia.
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Día 6 - Daly Waters: 54 km, Total: 637 km, Faltan: 2.131 km |
Mientras estaba en la carpa supuse que iba a ser un día duro por el viento. Este no paró en toda la noche y me movía sin tregua la carpa. Como siempre, de sur a norte. Tampoco me dio esa tregua a la que me había acostumbrado de 6 a 9 am y ahora me tocaron unas ráfagas seguidas, a veces separadas por un par de minutos y cada vez más largas de casi 60 km/h en contra. Gran parte del trayecto lo tuve que hacer caminando, en parte porque las piernas las tengo muy cansadas y en parte por que literalmente el viento no me dejaba avanzar y me era más rápido caminar. Tenía que al menos llegar al puesto de recarga de agua y comida que estaba a 53 km de mi punto de acampe. Me tuve que tirar varias veces al lado de la ruta para descansar y protegerme del viento. Me parece muy curioso la cantidad de gente que para a ver si estoy bien en esos momentos, donde parezco un cuerpo inherte. Tengo en mi mente que este país, al igual que USA, son de los más individualistas del mundo y, contraintuitivamente, sólo en estos dos países recuerdo me ha pasado lo mismo, choferes parando o dándose media vuelta para ver si estoy bien o necesito algo.
Luego de uno de los peores promedios de velocidad del viaje, con certeza el peor en terreno plano (13.9 km/h), llegué a Birdum, que es básicamente una esquina con un restaurant, comida, agua y unas piezas para pasar la noche. También había Internet, donde, a pesar que no me gusta mucho saber lo que viene, lo primero que hice fue buscar el pronóstico del viento. Las ráfagas de hasta 60 km/h en contra se mantendrán por al menos 3 días.
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Dia 7 - Daly Waters: Descanso |
El viento me hizo imposible pedalear así que le di un (merecido) descanso en la piernas.
Hace unos días había escrito en broma que faltaba que se me pinchara la bolsa de agua. Y bueno, se pinchó, por lo que ya no me quedan dudas que efectivamente hay una fuerza controlando todo como un videojuego. La bolsa quedó semi arreglada con el penúltimo parche que tenía para mi colchoneta; filtra, pero menos. Si se pone peor, tendré que coleccionar varias botellas de plástico para llevar el agua, algo muy poco práctico pero mi último recurso disponible.
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Dia 8 - Acampe cerca de Marlinja: 125 km, Total: 762 km, Faltan: 2 009 km |
Hoy amanecí sin ganas de pedalear. Llamé a mi abuela en la mañana para saludarla y le dije que me quería quedar flojeando acostado.
"Ya estás viejo weón, termina tu cosa luego", se escuchó del otro lado del teléfono.
Luego de sus dulces palabras, me levanté como un rayo y en unas pocas horas, contra un viento en contra fuerte, pero sin ráfagas, hice 125 km. No sé si fue su motivación o el tener las piernas descansadas, pero hoy me sentí con la moral muy alta.
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Día 9 - Renner Springs: 117 km, Total: 879 km, Faltan: 1.894 km |
Microcuentos del día 9:
● Hoy cuando alcancé mi primer pueblo, Elliott, me tiré al piso a comer lo que pude comprar, afuera del único lugar que vendía comida. En eso estaba, sucio, hediondo, con ropas descosidas, al lado de lo que queda de una bicicleta, con alforjas abiertas y ropa colgando, cuando se acerca alguien a darme plata. Le insistí unas 10 veces que no necesitaba, que tenía suficiente, pero que muchas gracias. Así que hoy, oficialmente, me declaré indigente.
● Lo que veía al lado del camino no eran canguros, como pensaba, sino wallabies. Un animal muy emparentado con el canguro, pero más pequeño. Adorable. A diferencia de algunos animales a los cuales la frecuencia de la bicicleta hace que la persigan instintivamente, como los perros (como lo aprendí a los 7 años) o los elefantes (como lo descubrí, a la mala, en Kenia, a mis 30), los Wallabies tienen la reacción opuesta y salen corriendo cuando me ven. Eso me ha hecho no poder sacarles una foto, pero sí en cambio me han alegrado el camino con sus saltos.
En estos 2 días he visto una cantidad desproporcionada de ellos arrollados al lado de la carretera, lo que, para un amante de los animales como yo, me ha puesto bastante triste.
Hoy un camión pasó muy pegado a mi. Espero no terminar como uno de ellos.
● Luego de varios días bajo un camino que a primeras es tan único y especial como el del Outback, me estoy empezando a fatigar mentalmente al tener la misma visual absolutamente todos los días, pedaleándolo prácticamente desde que sale el sol hasta que se pone. Estoy buscando formas de pasar el tiempo como escuchar libros, música o escuchar idiomas nuevos. Incluso cuando aparecen los pedazos de neumáticos rotos, que tienen puntas que pinchan las ruedas, me causa algo de diversión. Me imagino jugando el Demonio de Tasmania, esquivando obstáculos, uno de mis videojuegos de niño, que transcurría precisamente en este terreno.
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Día 10 - Threeways: 139km, Total: 1.018 km, Faltan: 1.758 km |
Hoy alcancé los 1.000 kms.
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Día 11 - Wauchope: 143 km, Total: 1.161 km, Faltan 1.618 km |
● Hay un chiste en la clase de Estadística en que un tipo - que dice ser Experto en Extrapolación - le dice a una recién casada, mostrándole un gráfico: "ayer tenias 0 maridos, hoy tienes uno. A este paso mejor busca descuento en ceremonias de bodas al por mayor", dando a explicar el ridiculo de extrapolar, o predecir, así sin más, con tan poca información y asumiendo que todo seguirá constante. El chiste es malisimo (como cada chiste matemático), pero hoy lo asocié con mi estado de ánimo. Cuando todo va mal, como hace un par de días, llegué a pensar por primera vez que tenía que abandonar o, al menos, tomarme un par de meses en terminar esto. Todo lo odio y veo que es una misión imposible. Y en días como hoy, donde incluso llegué a tener un leve viento a favor, me puse a pensar en lo fácil que era todo y que en pocos días podré contarle a mis nietos que crucé cada continente en bicicleta. Pero raya al piso, como decía mi abuelo, en lo que queda debo entrenar la cabeza para cuando todo vaya mal, pero también para cuando vaya bien, porque la caída puede volverse intolerable.
● Tuve algo de viento a favor. Ayer hice 140 km en 7 horas -viento neutro- y hoy lo mismo en 6. Si bien me puso contento, hoy me di cuenta de que de cierta manera soy un prisionero del viento y la ruta.
Hoy tenía muchas ganas de quedarme en Tennant Creek, que es la primera ciudad en muchos días, pero ya que tenía buen viento, me vi obligado a pedalear. O aquel día que no pude pedalear, con ráfagas de 60 km/h en contra, a pesar de tener las piernas recuperadas y llenas de energía para seguir, me tuve que guarecer. Y si hay algún punto donde pueda recargar baterías o tomar agua, estoy obligado a parar y hacerlo, ya que no habrá otro en más de 100 kilómetros. Incluso detalles tan menores como el saber en qué momento debo cargar el celular con mi banco de baterías (calculando que ambos lleguen con el mismo nivel de descarga al punto de recarga), para minimizar el tiempo de espera parado, me hacen tener que deterneme y hacer lo que obliga la ruta. Incluso en los parajes más duros de África o India, si una ruta no me gustaba, me desviaba al sur, al oeste o simplemente me iba a descansar a alguna ciudad. Pero acá me es imposible tomar otra opción que no sea seguir la eterna Carretera Stuart. De una u otra forma, siento que por primera vez, en 7 años, soy esclavo de las circunstancias al no tener casi ningún grado de libertad para tomar decisiones más que seguir o abandonar.
● Conocí los Devils Marbels, único desvío que pretendo tomar en la ruta (que no eran más de un par de kilómetros con respecto a la ruta principal). Son formaciones de piedra de alta importancia simbólica para los aborígenes australianos. Se me hicieron muy hermosas y a veces pareciera sentirse en otro planeta. Coincidentemente hoy escuchaba "Guerra de Mundos", muy ad hoc al escenario
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Día 12 - Acampe cerca de Barrow Creek: 98 km, Total: 1.259 Faltan 1.521 km |
Lo más difícil es empezar el día, el matar la inercia. Me cuesta encontrar motivaciones para pedalear una carretera que se hace monótona y eterna. Pero hoy me la dio mi Ñublense, que ganó un partido que estaba perdiendo. Ñublense ha sido en estos años un símbolo de mi tierra y mis raíces, de lo que me viejo me decía que era tener un "puerto". Que viajara, explorara, pero nunca olvidando mi puerto, mi Ítaca. A cambio, espero que esta ya vieja camiseta, sea una de las pocas del mundo en haber visitado los 195 países del orbe.
Al partir y revisar el GPS, vi que me quedaban 390 km hasta Alice Springs, que es por lejos la ciudad más grande comprendida entre Darwin y Puerto Augusta y representa no solo la mitad de la ruta, sino que la mitad de Australia. Mi nueva obsesión se convirtió en llegar allá. Planifiqué la ruta para llegar en 4 días, pedaleando 98 km diarios, dosificando lo que me va quedando de energía en las piernas.
Extraño mucho el poder comer frutas y verduras, y no vivir a base de barras de proteína y hamburguesas que encuentro en las paradas. El tomar agua pura y no una barrosa que encuentro, muchas veces de napas subterráneas. O el descansar sin pensar en al día siguiente debo seguir en una carretera que aparece hasta en mis sueños. Ya no aguanto las ganas de llegar a Alice Springs y tener por fin un descanso físico y mental.
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Dia 13 - Barrow Creek: 13 km, Total: 1.272 km, Faltan: 1.527 km |
Ya llevo varios días despertando en el piso, mi colchoneta está pinchada por todas partes y por más que he intentado arreglarla, no lo he logrado. Con dolor en la espalda y las piernas paré en la siguiente Roadhouse a 13 km. Estas son casas/bares/restaurantes/estación de bencina desperdigadas a lo largo de la carretera, muy pintorescas, separadas típicamente por 100 kilómetros en promedio, que me sirven como punto de recarga de equipos eléctricos, comida, descanso y agua. Mientras me tomaba un café para juntar fuerzas, intenté pararme y las piernas, como si hablaran, me pidieron un día libre. Tenían camas así que decidí darme un gusto.
Mientras empacaba mis cosas conocí a Fabian y Duncan, francés y sudafricano, respectivamente. A este último le dije lo mucho que los parajes me parecían al norte de su país, al Limpopo, recordando además la amabilidad que los blancos del país tuvieron conmigo cuando pedaleé por ahí el 2018. Para que no se me olvidará la amabilidad sudafricana, me dijo, me regaló un palta, muy parecida a las de mi tierra. Le expliqué lo mucho que significaba para un chileno ese fruto, y, más aún, para uno que está hasta la coronilla de comer las mismas barras de proteína y tortas de carne, día y noche, ya que no hay nada más disponible.
Mientras estaba disfrutando mi paltita, duchado, y, mejor aún, acostado en una cómoda cama, me sentí el hombre más feliz del mundo. De las cosas buenas que tendrá esta penúltima parte de mi viaje es el volver ser feliz con cosas simples como esas.
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Día 14 - Prowse Gap: 139 km, Total: 1411 km, Faltan: 1.372 km |
Empezó la zona de vientos cruzados. Los vientos cruzados no son los que más me frenan, pero son los más peligrosos, en especial en zonas con bermas de no más de 20 cm. Al menos tengo una nueva entretención que es mantener en el equilibrio pero, a cambio, se me hace más peligroso el escuchar música, los Road Trains son mi pesadilla.
Libertad necesita una reparación urgente, hace un tak-tak en la rueda trasera que, además de molesto, me deja con el miedo de que se rompa la cadena y quedar botado. Además hoy, al final del día, alcancé el Prowse Gap, que es la mitad de camino de la Stuart Highway, entre Darwin y Puerto Augusta.
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Dia 15 - Alice Springs: 154 km, Van: 1.561 km, Faltan 1.226 km |
Ya no aguantaba las ganas de llegar a una ciudad a descansar, así decidí intentar hacer la ruta hacia Alice Springs en solo 34 horas. A pesar del peso, el viento cruzado en un comienzo y vientos en contra las últimas 16 horas, logré pedalear los 290 km que en un comienzo parecían imposibles.
Siento que las piernas me van a explotar luego de hacer más del 10% de un continente en unas pocas horas, pero dentro de la montaña rusa de emociones que ha sido Australia, hoy mi siento en el punto más alto posible, tanto mental como físico.