Lesoto. País 65 del viaje. |
¿Porqué Lesoto?
Hay países cuya principal motivación, es su gastronomía, como Georgia o la
República Checa. Otros por su gente, como Rusia o Palestina. Pero acá era
simplemente, en un comienzo, por llegar a único país del mundo que está
completamente sobre los 1000 metros de altura. Es, si bien no el pais más alto del mundo (ese es Nepal o China) es el "menos bajo". Todo el país es básicamente un cordón montañoso, y quería
llegar a él por uno de los pasos más remotos del mundo, el Sani Pass. Tenía la excusa perfecta para ir, el desafío físico.
Contacté a
Charles, un sudafricano que vivía Pietermaritzburg, ciudad desde donde iba a
preparar al ascenso, quién se ofreció a alojarme y ayudarme con el plan.
Temprano al día siguiente partí a su ciudad. Al llegar, descubro que él y su
hijo ya tienen varias expediciones en bicicleta, incluso escribiendo para
revistas especializadas. Sin pedirles siquiera, tomar a Libertad y la dejaron como nueva,
en particular los frenos que ya estaban destrozados. Viéndolo en perspectiva,
el no haberlo hecho hubiera sido casi un suicidio. Me advierten que la ruta era
dura, pero realizable.
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Con Charles y su famlia. |
Territorio Zulú. A medida que pasaba la tarde, cada vez era más peligroso seguir por la niebla, en un clima que puede pasar por las 4 estaciones en un solo día. Al final no me quedó otra que parar. |
A mí desde chico que me han interesado los idiomas y por algún motivo jamás se me olvidó un refrán en Zulú que aprendí hace más de 20 años en la Encarta: "Uku Zala. Ukuzelula. Amtambo." ¿Qué significa? No tengo la menor idea, pero se me quedó grabado a fuego como uno de esos recuerdos tan random de cosas que poco pueden servirte en la vida. Salvo que ahora este me sirvió. El decirlo, fue como la barrera que rompe el hielo. Se largan todos a reír y me puse a conversar con ellos en inglés.
Al cabo de media hora, me preparaba para para buscar un lugar donde acampar. Pero Lin, el chino dueño del restaurant, sale y me dice que hoy era su invitado, que lo siguiera.
Pensé que era a su casa con su familia, pero mientras lo seguía con la bicicleta bajo la lluvia, veo que se desvía a un hotel. Llamó a la dueña para que me tuviera cena y desayuno. Ya era tarde para decir que no, pero siendo sincero, me salvó la vida. Me quedaba un largo trayecto y ese descanso bajo la torrencial lluvia, fue un regalo literalmente caído del cielo.
Mientras descansaba con mis improvisados amigos Zulú |
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Con Lin y su familia |
-¿Más duro que ahora?
-Buena suerte amigo. -mientras me miraba con una especie de lástima
-Buena suerte amigo. -mientras me miraba con una especie de lástima
Usualmente la distancia entre la caseta de inmigración de un país y el otro, es de unos cuantos metros que se hacen caminando. Acá, sin contar cuando casi me entierra la nieve en las montañas de Albania, fueron los 7 kilómetros más duros que me han tocado en el viaje. La pendiente subió hasta un 25%, era imposible seguir pedaleando con el peso que llevaba y me tocó empujar a mi bicicleta. Libertad, mi fiel compañera que casi siempre aliviana mi viaje, acá era más un estorbo. Tenía que empujar los kilos y kilos de peso por las montañas. Paso a paso. El odómetro ya no funcionaba, ya que no registra velocidades bajo 4 km/h. Como lo esperaba, casi siempre que estoy cerca de llegar, pasa algo que me dificulta la llegada. Quizás es el destino que la quiere hacer más épica, o quizás es solo algo sicológico, explicada por la mezcla de ansiedad por llegar y cansancio, donde cualquier contratiempo menor pareciera ser más grande. Empieza la lluvia. Cuando pienso que nada peor puede pasar, al rato baja la neblina que no me dejaba ver más de un par de metros. Como hace tiempo que no estaba en altura, empezó el dolor de oídos. No era opción parar, no habían más que montañas y precipicios la lado del camino. Luego de varias 4x4 (el camino, por ley, solo se puede pasar en camionetas 4x4) que me daban aliento y uno que otro sorbo de licor para combatir el frío, llegué justo antes del atardecer a Lesotho, luego de 12 horas de pedaleo.

Lo primero que hice, como en cada país al que llego, corrí al bar más cercano y me tomé una cerveza local. Es la forma de clavar la bandera. De poder decir con todas las de la ley, "conquisté Lesoto". Dicho bar, a pocos metros de la frontera, era nada más ni nada menos que el bar a mayor altitud de toda África.
Si bien la
motivación de llegar a Lesoto era puramente un desafío físico personal de sobrepasar un camino tan duro, ya estaba en el lugar y tenía que tomar una
decisión. Era cruzar el país en tiempo récord, o bien quedarme a explorarlo y
devolverme por donde llegué. Tome la segunda opción. Estaba en uno de los países más remotos del mundo, era una oportunidad que no podía dejar pasar.
Me permití
conocer la cultura de los Basotho (etnia de más del 99% de los habitantes del
país). Sus paisajes que me recordaban por momentos al altiplano chileno. Sentí una contradicción casi fisiológica entre el color obscuro de su gente y el frío que reina en la montaña. Piel negra, nieve en las montañas y el frío no me cuadraban en la misma ecuación. Encontré lugares surreales, villas llenas de Mokhoros (casas tradicionales de los
Basotho), animales siendo pastoreados por gente del lugar, vestimentas típicas y, quizás la mejor parte, la amabilidad de su gente. Los Basotho son conocidos por esto último y por su humildad. En casi cada lugar que paré, la gente me sonreía y me dejaban sin problemas tomarles fotos. Lesoto es un lugar con un gran porcentaje de su población viviendo en áreas rurales, por lo que las tradiciones se
mantienen fuertemente, en especial en este lado del país. Me costó dar con la palabra, pero podría describir a Lesoto como uno de los lugares más
auténticos que he estado en mi vida. Fue un
highlight no solo de África, sino que de todo el viaje, una visita espontánea, sin planificar, pero como ha sido durante todo este viaje, las mejores cosas
ocurren cuando me dejó llevar por mis instintos.
Quizás la calidez de los Basotho hizo que la bajada no se sintiera tan dura y que los calambres en las manos de tanto apretar los frenos, no dolieran tanto.