Días 16 & 17 - Descanso en Alice Springs
Es hora de sincerarme. No me gusta Australia. En lo absoluto. Y si bien ya traía esa idea preconcebida, mi paso por el país solo ha reforzado lo que pensaba. Y no es que la gente sea hostil (con la destacada excepción de sus aborígenes, que por su historia de marginalización y opresión, son un grupo tremendamente apático y cerrado, en el mejor de los casos, indiferentes). Por el contrario, su población blanca (más del 90% del país) ha sido en su gran mayoría en extremo amable conmigo y no recuerdo algún episodio negativo con ellos. Pero, tal como en los Estados Unidos o Inglaterra, hay una barrera invisible que me cuesta describir con la cultura anglo, que me impide conectar profundamente con la gente más allá de su ayuda en la ruta. Me ha sido imposible salir de las conversaciones superfluas. Recuerdo que leí "La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo" de Max Weber, intentando buscar algunas razones para esta distancia que he sentido, y si bien encontré algunas claves y pistas como la importancia relativa que se le da a lo individual sobre lo colectivo, lo mismo no me ocurre con otras culturas occidentales, como alemanes, franceses o italianos, por lo que son solo justificaciones a medias. Mi poco cariño por el país, sin embargo, ha sido la mejor motivación que he tenido para pedalear. No me ha sido necesario pensar en ver a mi familia para darle con todo a los pedales.
También es hora de sincerarme con respecto a mi estado físico. He intentado engañarme pensando que las mis mangas UV resbalan de mis brazos por el fuerte viento, pero la verdad es que he perdido demasiado peso en pocos días; estoy quemando unas 7.000 calorías diarias y, mal alimentado, apenas unas 2.000. Si bien era un estado que veía probable alcanzar, me sorprendió lo rápido que ocurrió. En estos días no haré nada más que descansar y comer.
Mientras arreglaba a Libertad (como era de esperar en este país, el arreglo por lejos más caro de mi bicicleta, algo así como el 60% de su valor), el mecánico me comentaba que no podía creer que estaba dando la vuelta al mundo con una bicicleta tan "Entry Level" (de nivel básico). Eso me trajo recuerdos de algo que valoro mucho de mi cultura, de la que he sido muy crítico para bien y para mal. Cada latino que he encontrado viajando se las arregla con los recursos que tiene a la mano, con cualquier bicicleta o cualquier repuesto, mientras que en cada grupo de viajeros que he estado, ya sea en África, América o Asia, la gran mayoría de mensajes son de europeos o estadounidenses buscando tal o cual marca de ruedas o accesorios y ocupando su tiempo en organizar envíos de sus países de orígenes. Por ese motivo es que decidí salirme de cada uno de los grupos de viajeros.
Día 18
Día: 171 km, Total: 1.730 km, Faltan 1.057 km
Luego de dos dias de descanso, con piernas y bicicleta renovadas, seguí mi ruta hacia sur para hacer los últimos 1.230 km que separaban Alice Springs del mar, en Puerto Augusta. Esta ciudad que, tal como Vung Tau en Asia o Walvis Bay en África, no tiene mucho de especial para un turista, quizás ni siquiera para alguien local, pero que para mí significaban todo, la meta, el terminar de cruzar un continente.
Fue uno de esos días sin viento en contra y con todo a favor. Como un perro maltratado, me asustaba de inmediato con cualquier ruido que escuchaba, lo asociaba a algún posible problema mecánico de Libertad, pero la sentí como el primer día, tan suave que era como si ella me llevara a mí.
Hice 171 kilómetros en el poco tiempo que tuve para pedalear, no consideré que al ser invierno, las horas de sol serían menos, con incluso menos minutos cada día al irme moviendo hacia el sur. Al avanzar tantos kilómetros noté como el rojo (el "Red Center" le llaman a esta área) se iba poco a poco tiñendo de tonos de verde dada la nueva vegetación que iba apareciendo hacia el sur. Llegué a las 18:30, pasado el horario de la puesta de sol al punto de acampe. Estos son puntos despejados de maleza y enrejados, ideal para mantenerse alejado de las decenas de animales venososo que pululan en el sector. He intentado a toda costa no acampar en la maleza por las mismas razones.
Si a principios de este viaje me hubiera tocado un día así, sin aventuras o problemas, no hubiera sido algo que me hubiera puesto muy contento, pero a estas alturas del viaje, lo agradezco con el fondo de mi corazón.
En la noche ingenié una especie al almohada con mi mochila, una bolsa inflable que recuperé de una caja, mi kufiya y mi chaqueta de pluma, fue una de las pequeñas victorias que me ponen muy contento; por fin una noche de descanso pleno. Al asomar mi cabeza fuera de la carpa, recordé lo que fue mi pedaleo por el desierto de Atacama, con las estrellas resplandecientes en un cielo alejado de cualquier centro urbano. Reconocí muchas estrellas, y claro, había olvidado casi por completo que estaba hace más de un mes de vuelta en el hemisferio sur. El ver las mismas estrellas que veo en Chillán, más los 171 km de hoy, me hicieron sentirme mucho más cerca de casa.
Día 19
Día: 110 km, Total: 1.840 km, Faltan 951 km
Viento en contra todo el día. Por fin pude tomar una decisión de ruta que fue e desviarme a ver el Uluru, que es uno de los puntos con más importancia simbólica para los aborígenes australianos. Pero la verdad es que a estar alturas no me interesa conocer más del país, solo quiero terminarlo. Los aborígenes además me han resultado bastante hostiles y cuando el viento me pega en la cara me pongo de mal humor, por lo que son demasiadas señales para no desviarme. Hoy dormí en una cama, lo cual mejoró bastante mi ánimo.
Día 20
Día: 130 km, Total: 1.970 km, Faltan 825 km
No sólo rompi un rayo ayer, sino que en la mañana noté que también había extraviado el cable cargador de mis audífonos, tan grave como casi cualquier pieza de la bicicleta. A estas alturas el escuchar noticias o libros es fundamental para que el día se sienta más ligero y mantener la cabeza ocupada. Mientras me lamentaba, apareció un grupo de ciclistas con quienes tomamos el café matutino. Les pedí un cargador para al menos soportar el día (imaginaba que iba a pasar al menos una semana hasta encontrar un reemplazo), cuando uno de ellos me regaló un cable que le sobraba y calzaba justo. El día había comenzado bastante bien.
Este día lo recordaré también ya que por primera vez respondí a la pregunta que me hacen siempre, "¿hacia dónde vas?" con un inconsciente y natural "hacia Chile". En las Américas mi respuesta era hacia Canadá, en Europa, Estambul. En África, Cape Town en un comienzo, y luego, Walvis Bay. Y en Asia, Vietnam. Hasta hace poco acá respondía que hasta Puerto Augusta, pero mentalmente ya siento la meta tan cerca -volver pedaleando a mi casa- que naturalmente di esa respuesta.
También crucé mi primera frontera en varios días; había salido del Northern Territories para entrar en South Australia. A pesar de ser solo una frontera interna, lo sentí como un día especial ya que empecé a notar que todos los dias se me iban pareciendo el uno al otro. Y las fronteras forman una especie de compartimiento en mi mente donde soy capaz de, al solo mirar un mapa, recordar lo que hice tal o cual día. Al ver mi mapa de rutas y tomar un día al azar de julio del 2016, veo el mapa y recuerdo el primer dia que escuché a un compatriota hablando una lengua indígena, el Aymara, ya que el español no era su idioma materno, a pocos dias de cruzar a Bolivia. O al tomar otra al azar, el día que entre sin visa a Burundi. Otra al azar, el día que me comieron vivo los mosquitos en Rusia. Y así, recuerdo con relativo buen detalle cada uno de los más de mil días de ruta, lo que me ha hecho sentirme particularmente vivo, a diferencia de mis días de oficina, por ejemplo, donde hoy no soy capaz de diferenciar un mes de otro. Por eso ahora, al menos mentalmente, podré dividir el país en 2 etapas para intentar recordar, sin tanto esfuerzo, lo que fueron cada uno de mis días en esta tortuosa ruta
Día 21
Día 138 km, Total 2.114 km, Faltan 691 km
Australia distorsionó mi noción de distancias. Entre ayer y hoy tuve 180 kilómetros sin poder abastecerme de agua ni comida, pero a estas alturas lo veo como si fuera un simple paseo entre dos poblados. Es que el "modo robot" en el que me he puesto ha sido tremendamente efectivo para pedalear largas distancias, el intentar no pensar en mis dolores (de piernas, manos y culo), en el hambre ni en la sed, ponerle play a un libro y pedalear hasta que el sol se ponga. Pero hoy, por primera vez en Australia, se me desconfiguró ese modo y sentí la soledad que me acompañó durante todo el dia. Quizás fue el hecho que era domingo, día familiar, o enterarme que mi perrito se quedó solo en casa. Extrañé mi hogar, mi familia, mis amigos y mi perro como pocas veces.
Como cada vez que me viene algún sentimiento negativo, algo positivo ocurre después. Por primera vez vi señalética que indicaba "Port Agusta", símbolo de que la meta se está acercando.
A la noche al mirarme al espejo noté unas ojeras que me llegan hasta las mejillas y la cara flaca por todo el peso perdido. Es uno de los tantos costos a pagar por este desafío. Otra cosa que noté en la noche es que era lunes, no domingo. Los días ya se me empiezan a repetir sobre una carretera que aparece literalmente hasta en mis sueños.
Total: 2.533 km, Faltan: 286 km
Hoy fue un día que quedará marcado en mi libro de récords personales, el día que más he pedaleado desde que salí de mi casa en el 2016. 261 km en menos de 10 horas.
Desperté en el lindo pueblo minero de Coober Pedy, donde había planificado un día de descanso para visitarlo. Pero hoy a las 5:30am vi que iba a tener, por primera, vez viento de cola. No de frente ni ese viento cruzado tan molesto. Directamente en la espalda. Y la ruta no era cualquiera, me tocaban 260 kilómetros sin absolutamente nada más que camino hasta Glendambo. Sin posibilidad de abastecimiento o agua, ese ha sido el tramo más largo en los 7 años de viaje, en más de 100 países, donde he tenido que pedalear sin parar, ni siquiera en el desierto de Atacama, en Bostuana o Kazajistán, donde lo máximo que recuerdo son algo así como 150 km. Y para peor, mañana iba a tener exactamente el mismo viento, pero de frente.
Así que, nuevamente, como esclavo de las veleidades del viento, decidí sacrificar mi día de descanso e intentar la misión imposible (que a esa hora se veía literalmente imposible) de cruzar todo el tramo, o al menos quedar lo más cerca posible de Glendambo para que mañana no fuera tan tortuoso llegar.
Empecé a rodar a las 6:30 am, pero el agua donde me había quedado a acampar no era potable, por lo que perdí media hora buscando. A las 7:15 am por fin tomé la carretera principal y me puse a pedalear. A esa altura pensé que la demora había acabado con la remota posibilidad de llegar a Glendambo en un día, pero al menos tuve uno de los amaneceres más lindos de mi vida, con el naranjo mezclado con el mismo color de las piedras del pueblo minero y un Wallaby saltando por el descampado.
Con 45 minutos perdidos, me entretuve los primeros minutos pensando una estrategia para ver qué tendría que pasar para llegar. Un "what if", sólo como ejercicio teórico. Andar a 25km/h y tomando descansos de únicamente 6 minutos entre sí durante 11 horas. A pesar de firmemente creer que era imposible, me puse en mi modo robot y pedaleé como nunca antes a Libertad en estos 7 años.
Era imprescindible, para tener alguna chance, alcanzar los 100km a las 11:30 am según mis cálculos iniciales, pero los alcancé apenas a las 10:46 am. En plano hago 25km/h, pero el viento me ayudó con 5 más. Y a las 12:33 pm alcancé los 150 km. Me tragaba las palabras de todas las veces que le grité "¡viento de mierda!" desde el fondo de mi ser, durante Australia.
No paraba por más de 5 minutos a comer un plátano, masajear las piernas y llenar las botellas de agua. A las 2:59 pm ya había alcanzado mi récord anterior en este viaje, 212 km en Namibia, en el 2019.
A medida que veía que iba a alcanzar la meta, me propuse un meta más ambiciosa aún, lograr llegar en menos de 10 horas, para no bajar el ritmo de pedaleo. Llegué en 9 horas y 48 minutos, con las piernas llenas de calambres, cojeando y con los labios partidos por la sal del lugar, las sales que expele mi cuerpo y que quedan atrapadas en mi máscara y kufiya y por las veces que me los mordía para aguantar el dolor.
El lunes escribí que los días ya me parecían iguales. Pues hoy va a ser un día que va a quedar guardado en mi memoria al conocer los límites que mi cuerpo es capaz de soportar. Además, el haberme vencido a mi mismo.
Día 24: Descanso
Hoy me costaba hasta caminar. Sumado al viento en contra decidí que era una buena decisión parar.
Día 25 Día: 117 km, Total: 2.650 km, Faltan: 173 km. Hoy tuve que dejar atrás mi bolsa de agua. No tendría nada de especial -debe ser fácil el ítem número 100 o 200 que he perdido o tenido que botar- si no fuera que es de los pocos que me quedaba del comienzo del viaje. He querido mantener la mayor cantidad pero ya solo me quedan, además de Libertad, mis alforjas (llenas de hoyos), mi primera capa superior (llena de hoyos), primera capa inferior (con un hoyo que la hace casi inutilizable) y mi linier para dormir, único ítem al 100%. Pensaba que en estos últimos días me iba a venir un segundo aire, una motivación extra para terminar, pero no. Las moscas, que han estado siempre, hoy más que nunca llegan en docenas mientras paro a comer o descansar. El pasador trasero está desgastado en extremo y hace que la cadena salte cada 10 segundos. Ya ni siquiera saludo al enésimo conductor que saca la mano para darme ánimo. Casi no he encontrado árboles para tomar sombra y para peor, en las primera horas de viaje escuchaba como mi Ñublense era eliminado de la forma más dolorosa posible de la Copa Sudamericana. La carretera se me hace eterna, plana y tengo una sensación de hastío generalizado. Me está costando demasiado mantener la cabeza ocupada y cuento uno a uno los kilómetros que me faltan para terminar el último continente, como un preso que cuenta sus días para salir de la cárcel. El gran consuelo que tengo es el hecho de tener la meta a tan pocos kilómetros.
Misión Australia: Día 26 & Final 🎉
Día: 177 km, Total: 2.827 km, Faltan: 0 km
¡Mar a la vista! Luego de 26 días y casi 3.000 km, terminé de cruzar Australia en bicicleta, mi último continente. Luego de 1.704 días y casi 55.000 km he logrado la hazaña de cruzar en bicicleta todos los continentes habitados del planeta tierra.
En la mañana me prometí hacer los casi 180 km que faltaban. Siempre los últimos kilómetros de un día se hacen eternos y estos 180 km representaban esos ultimos 10 o 20 km de un día de ruta que no quería eternizar.
La cabeza la tenía a mil por hora, hoy es de esos días que no olvidaré jamás. Y no me servía de nada, para motivarme, pensar en que iba a completar mi último continente, ya que me subía la adrenalina y empezaba a pedalear en sprint. Y eso no sirve para un viaje así; como decía mi viejo, es una maratón, no una carrera de 100 metros.
Llegué poco antes del atardecer al punto donde empieza el océano en el sur del continente, al golfo de Spencer en Puerto Augusta, ahí donde se acababa Australia para mí y también se acabó la Stuart Highway. Por fin se acababa esa maldita carretera.
La playa estaba sola, metáfora de lo que fue este continente, una aventura en solitario. Los hermosos pájaros verdes que se me cruzaban al atardecer durante los últimos días, emulando en mi cabeza a una línea de meta, fueron cambiados por la gaviotas y sus graznidos, mi única compañía del término de esta penúltima etapa.
Me cayeron unas lágrimas al recordar a los que ya no están a mi lado y la imposibilidad de llamarlos para contarles una hazaña lograda por tan pocas personas en el mundo. Y la celebración fue poco más que eso, sentarme en la arena y descansar. Por fin, descansar.
Es que este continente me drenó cuerpo y mente, creo que no volvería jamás a intentar algo así. Y creo que más que un viaje físico fue un viaje mental, donde tuve tanto tiempo para conocerme más, ver mi límites y tomar algunas decisiones muy importantes de mi vida.
Ahora toca descansar y ya mañana a comenzar a planificar el último capítulo de mi viaje, la Vuelta a Casa y por fin, calculo que por diciembre de este año, decir que di la vuelta al mundo en bicicleta.
Terminé el país antes de tiempo y aproveché mis días extra en Sidney, visitando a buenos amigos de mi ciudad que viven allá. Conocí un poco de "la city", la otra Australia, aunque tal como lo esperaba, nada me llamó mucho la atención. Mi tarea estaba cumplida y ahora era momento del "postre", de cobrar mi premio: la Melanesia y Polinesia, con las exóticas islas Fiji como primera parada.