Soy Carlos Jeldres Venzano. Ingeniero, Chileno, Chillanejo y fanático de Ñublense. El 11 de junio del 2016 dejé mi trabajo y comencé a perseguir mi sueño: dar la vuelta al mundo en bicicleta. 5 continentes, 5 años y más de 100 países. Bienvenidos al viaje de mi vida

Ruta Andina

Carlos Jeldres Venzano - agosto 21, 2016

Resumen:
2 de agosto de 2016 a 19 de agosto de 2016 (13 días de pedaleo, 1.077 kms + 2 días de trekking y escalada)


Inicio La Paz (Bolivia). Desaguadero (Perú, 112 kms) – Juli  (71 kms) – Juliaca (126 kms) – Pucará (65 kms) - Santa Rosa (65 kms) - Combapata (101 kms) - Cusco (110 kms) - Ollantaytambo (72 kms) - Macchu Pichu Pueblo (30 kms trekking) - Macchu Pichu Santuario (11 kms trekking, 3 horas escalada) - Limatambo (86 kms) - Pacobamba (64 kms) - Auquibamba (79 kms) - Laymine (73 kms) - Andahuaylas (53 kms)

La Paz me robó el corazón, es ahora la ciudad donde más tiempo me he quedado. Tanto que explorar, disfrutar y lo mejor de todo, intercambiar historias (y una que otra cerveza) con los muchos ciclistas de todo el mundo en la famosa y al mismo tiempo escondida, “Casa del ciclista”. Sin embargo, se me estaba haciendo peligrosamente familiar la ciudad por lo que ya era momento de partir rumbo al Perú por la ruta andina, la temida Ruta 3 peruana. Desde La Paz, pasando por Cusco hasta llegar a la costa Limeña.

La casa de ciclistas de La Paz. En las paredes lo recuerdos de los miles de viajeros que han pasado por ahí

Segunda frontera traspasada. Tercer país. Perú
Ya  al momento de alcanzar la frontera con Perú, en el primer día de pedaleo de esta ruta, comenzaron las aventuras (o problemas según cómo se quiera mirar). Al intentar salir de Bolivia, me comunican amablemente que no estaba registrado mi ingreso a Bolivia, había estado todo el tiempo ilegal en el país, y debía pagar una importante multa. Al parecer al ingresar al país pasé por aduanas, pero no por migración. Primera vez que escucho de eso, pero lección aprendida para el futuro.
Como evidentemente ninguna partida de mi acotado presupuesto tiene considerado multas, no me quedó más remedio que pasarme a la mala al Perú. Así libré de la multa boliviana, pero apareció un nuevo problema: como justificar mi ingreso a este país. Al día siguiente en el Perú, donde nuevamente estaba ilegal, intenté normalizar mi situación. El oficial de turno me dio dos opciones: o volver a Chile por donde había ingresado o hacer un “donativo a beneficio personal” y olvidar todo el problema (sí, mi primera coima). Si bien era considerablemente menor que la multa, sentí una rabia demasiado grande pero por lo menos ya podía respirar tranquilo con mi ingreso.

Vistas del Titicaca
Ya pedaleando por Perú, la ruta comenzó mucho más amable de lo que me la habían pintado, con una increíble vista del lago Titicaca a mi derecha mientras pedaleaba. Salvo el viento en contra que por momentos no me dejaba avanzar, las temidas cuestas eran relativamente suaves, tanto así que pude pedalear hasta 126 kms. Lo peor eso sí, estaba por venir.

Alcanzado primero Juliaca, donde alojé y compartí con un conocido de muchos cicloturistas por esta ruta, Geovani, pude llegar sin mayores inconvenientes al gran destino de este ruta, Cusco. Acá noté la primera transición que para muchos visitantes pasa desapercibido. Pasé de zona Aymara-hablante (hasta Puno aprox.) a una Quechua-hablante (desde Cusco). Acá, principalmente en las zonas rurales, los niños son criados y las familias hablan en el idioma no europeo, siendo el español aprendido posteriormente. En muchas de las familias donde me alojaron intentaron enseñarme algunas palabras. Fracasé rotundamente.

Mis profesores de Quechua. Gente que amablemente
me abrió las puertas de su hogar.
Debo reconocer que jamás he sido un fanático de las ruinas, ni menos aun de los lugares tan manoseados turísticamente como Machu Picchu. Al estar en la ciudades medianas o grandes prefiero recorrer lo más inexplorado, lugares donde el grueso de los turistas jamás entraría, además de que creo que el gran atractivo de las urbes, nunca es su arquitectura o historia, sino su gente. Pero ya estando en Cusco, no quedó más remedio que ir a ver, por último, de curioso qué es lo que tiene ese lugar que mueve miles y miles de personas de todas las latitudes todos los años. Descansando en Cusco conocí a dos ciclistas, Logan y Jesse, de Colombia y Australia respectivamente, ambos recorriendo América. Luego de algunas cervezas, nos propusimos una meta con Logan. No solo llegar al pueblo de Macchu Pichu y ahorrarnos el costosísimo tren que tiene el monopolio del transporte directo a la zona (150 dólares el pasaje por un par de horas, el tren más caro del mundo), sino entrar escalando a las ruinas mismas.

Ya repuestas las piernas en Cusco, comencé el que sería por primera vez un bicicleteo acompañado junto a Jesse y Logan intentando llegar a Macchu Pichu. Luego de un día de bicicleteo y habiendo llegado a Ollantaytambo, último punto bicicletable, teníamos dos opciones para llegar al destino: o tomar transporte público hasta la hidroeléctrica cercana y caminar dos horas, o bien, caminar desde Ollantaytambo ocho horas por la vía férrea. La segunda opción fue la escogida. No vinimos acá a tomar buses...
Jesse, yo y Logan.
Luego de un día de caminata, el siguiente era el día de reconocimiento del lugar, ver los cerros, ríos a cruzar y posibles dificultades para entrar. A las 1:45 de la mañana de esa noche comenzó el ascenso. Teníamos que estar arriba antes de las 5am. Llegamos justos a la hora y tuvimos por unos instantes Macchu Pichu a solas. Fotos de rigor, guardias enojados al momento de descubrirnos, pero ya estaba, lo habíamos logrado. Volvería? No. Como lo mencioné antes, encontré el pueblo un lugar demasiado artificial, armado para turistas, pero imagino que algo debe tener para que tantos turistas vuelvan fascinados.

La típica postal. Muerrrrto luego de haber subido "a la mala"
De vuelta a la ruta, fue el momento de la despedida con mis dos compañeros de ruta. Con certeza volveré a cletear acompañado, dejé de lado el tabú de compartir rutas, pero creo que nunca será más que por un par de días, opinión compartida con mis dos solitarios partners.
Acá empezó lo duro. Creo que esta ruta es lo más parecido a una montaña rusa a escala gigante. Todos los días desde ese día, fueron con alturas ganadas y perdidas de +/- 1.500 metros. Sin excepción. Si bien los paisajes parecen sacados de un cuento, se siente el avance más lento. Atrás quedaron los días de 100kms o más de avance, para pasar a los 50 o 70 en un buen día. Lo peor, es que por el zigzag constante de las rutas, 70 kms de ruta, representan en línea recta con suerte 40 kilómetros. Pero acá, nuevamente hay que calmar la cabeza y mi ansiedad permanente. No queda otra que disfrutar al máximo la ruta.

En esta zona de Perú, hay algo que día a día me saca varias sonrisas. Algo hacia lo que siempre me había quejado de tener alergia, pero puede que se me esté quitando un poquito. Los niños.
Aman a Libertad y todos los días recibimos decenas de saludos y me piden tocar la bici, las alforjas o simplemente hacerme preguntas. Muchas veces comparto con ellos las galletas o chocolates que tengo para soportar las jornadas de pedaleo.

En fin, llegado una ciudad que se llamaba Andahuaylas llegó el momento del descanso y planificar un poco la próxima ruta. Creo que tomaré la costa desde Abancay, para llegar en bicicleta a la capital, Lima. En resumidas cuentas, la ruta ha sido MUY dura pero Sudamérica y en particular las rutas por los Andes son así. Llegó así el momento de cambiar un poco de aires, recorrer al lado del mar y visitar el segundo de los tres paisajes del Perú, la costa. El tercero, la selva, todavía está en veremos.




Iglesia de Juli

Puno desde arriba










Cusco




















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